La Milicia de Santa María hoy

(Tomado de la Revista ESTAR, febrero de 2011)

Invitamos a nuestras páginas a Javier S., director de la Milicia de Santa María. Siempre entusiasta y emprendedor, impulsa y coordina la labor apostólica y la formación de los jóvenes de este movimiento apostólico que surgió tempranamente a la sombra del instituto secular Cruzados de Santa Maria. Pensando en nuestros lectores, le entrevistamos para que nos hable de la Milicia, su trayectoria, su estilo de vida y sus expectativas de futuro.

Sin duda cincuenta años de vida de una institución estarán llenos de vida y acontecimientos. ¿Cuáles son los principales hitos de la historia de la Milicia de Santa María?

Realmente no es fácil señalar los momentos más importantes en unos años llenos de actividad e iniciativa, en un mundo a su vez cambiante.

El primer hito sería el inicio, sin duda. Cuando el 11 de febrero de 1961 se celebró el primer círculo de estudios, con el cual se dio el pistoletazo de salida a la ‘Milicia de Santa María’, había mucho de continuidad y, a la vez, conciencia de estar viviendo un momento histórico. Continuidad porque los Cruzados habían nacido para ser educadores de la juventud y ese anhelo que habían tenido en su corazón durante un tiempo, como esperando, ahora se podía de nuevo volcar con esos jóvenes. Y novedad porque el estilo iba a ser muy distinto al de la ‘Orden de Santa María’, movimiento juvenil predecesor de la Milicia, eminentemente ligada a las obras del ‘Hogar del Empleado’.

Desde entonces habría que destacar, en primer lugar, la centralidad de la figura de Abelardo de Armas. Él fue alma y vida de la Milicia, guía espiritual, líder carismático, hombre de Dios que arrebató el corazón de miles de jóvenes y les acercó a Dios. La Milicia era la niña de los ojos de Abelardo (Abe, como le llamábamos todos los militantes) y en ella volcó todo lo mejor de sí mismo.

Y luego los distintos hitos, muy marcados por la propia historia de los Cruzados de Santa María. La expansión por otras provincias, el salto a América, la operación ‘institutos’  en la década de los años 70, que supuso un gran impulso para la Milicia, las convivencias en Villagarcía de Campos… Ahora que vamos a celebrar la beatificación de Juan Pablo II cabe recordar también la importancia que tuvieron todas sus visitas a España, y de manera muy especial la del año 1982. Es un movimiento que, pese a su modestia, a lo largo de estos años ha impulsado a miles de jóvenes.

¿Y qué ha sido de todos ellos?

La Milicia ha tenido siempre un carácter muy abierto, siendo un grupo eminentemente apostólico y de formación. Por ello una gran parte de estos jóvenes que se formaron con nosotros han acabado dando vida a la Iglesia en otros movimientos o parroquias, no son pocos los que abrazaron el sacerdocio; y muchos de ellos son padres de familia que intentan vivir su fe de forma coherente. Algo de lo que estamos muy orgullosos. Es, sin duda, algo distintivo de nuestra institución. Trabajar con amplio sentido de Iglesia.

También un buen grupo de esos jóvenes han querido continuar en el carisma del Padre Morales y Abelardo, encontrando su encaje en el grupo matrimonial ‘Hogares de Santa María’, que tanta vida está llevando a esa realidad tan necesitada de evangelización como es la familia. Y también otros militantes han encontrado su encaje de perseverancia vinculados a la misión de los Cruzados de Santa María, como sus colaboradores. En este sentido toda la realidad de la Plataforma ‘Laicos en Marcha’ es un proyecto tremendamente ilusionante, que pone de manifiesto cómo esa vida que se transmitió en la Milicia en los años juveniles puede tener una continuidad en la vida adulta.

¿Y el grupo actual de militantes? ¿Sigue viviendo desde esas mismas claves o la situación de la juventud actual ha obligado a una adaptación? 

La Milicia de Santa María del siglo XXI sigue viviendo desde las mismas claves y fuentes que lo ha hecho siempre. En el fondo, aunque hay algunas variaciones sociológicas, los jóvenes de hoy anhelan lo mismo que los jóvenes de todos los tiempos: los ideales, la felicidad, el compromiso, la generosidad… son claves de hoy y de siempre. Cada momento encontrará sus propias formas de transmitirlo, pero siempre las claves serán las mismas: favorecer el encuentro personal entre Jesucristo y el joven. En ese sentido de innovación, creatividad y fidelidad a nuestro ser y misión está siendo muy enriquecedora la experiencia del musical ‘Hijos de la libertad’ sobre la vida de San Pablo. Por medio de la música y el teatro está llevando el testimonio de la vida en Cristo a cientos de jóvenes de toda España.

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¿Cuáles son las actividades principales de la Milicia de Santa María actual?

Las dos principales son las que nos han dado siempre nuestra identidad: los campamentos de Gredos, para los militantes que viven en España, en una clave de formación humana y los ejercicios espirituales ignacianos, de los cuales nacimos y que son la médula de nuestra vida espiritual. Además de estas dos, siguen las claves que configuran un grupo eminentemente apostólico, como es el nuestro. Articulamos la vida del grupo en campañas, especialmente unidas a la Virgen, que ayuden a otros jóvenes a conocer a Jesucristo. Con una especial intensidad vivimos la Campaña de la Visitación, durante el verano, y la de la Inmaculada, que coincide con el tiempo de adviento y precede a la Fiesta de la Inmaculada Concepción, nuestra fiesta grande.

¿Y en el día a día?

En la vida cotidiana cada militante vive como testigo de Cristo en medio de su ambiente. Eso implica un cuidado de la vida de oración, que se adapta a la edad de cada uno, y un especial amor a la Virgen, que cuidamos en el rezo del Rosario y un amor tierno a la Madre. De ahí saca fuerzas para dar testimonio de Jesucristo, especialmente a través del cumplimiento alegre de sus responsabilidades.

Todo esto, claro, no lo vive como francotirador, sino unido a los demás militantes. Por ello cada semana nos juntamos el sábado y compartimos en el Círculo de Estudios las batallas apostólicas; o en Misa de Santa María nos juntamos en torno a la Eucaristía, centro de la vida de los cristianos. Al fin, un amor entrañable que nos une y nos hace formar una auténtica familia espiritual.

Marcha al Cerro Minguete

Sin embargo, la Milicia de Santa María es un grupo juvenil. O sea, de paso, por así decir, de formación, que en ningún caso se acaba en sí mismo.

Efectivamente. Como grupo juvenil abarca una determinada franja de edad. Así que está constantemente renovándose. Pero en cualquier caso su objetivo no es que tengamos más o menos miembros, sino formar hombres que el día de mañana sean constructores de la nueva humanidad que nos reclama la Iglesia. El mundo según el corazón de Cristo. Los militantes de hoy serán el día de mañana padres de familia, trabajadores, empresarios, educadores, sindicalistas, políticos, médicos… que habrán de hacer de nuestro mundo una sociedad donde se viva desde el Evangelio.

Es la llamada fundamental que queremos transmitir y que el Padre Morales nos dejó. Una llamada a la movilización de los laicos, a que los laicos sean fermento y sal en nuestro mundo. Esa fue la más genuina aportación del Padre Morales a la que queremos ser fieles hoy y seguir formando esos hombres para el día de mañana.

No es un reto pequeño en una sociedad laicista, como la que vivimos.

Precisamente es lo que nuestra sociedad y la Iglesia necesita en este momento de laicismo beligerante: laicos cristianos, testigos eficaces de la pujanza del evangelio en las realidades cotidianas. Hemos de enseñar a los laicos, es decir, a los bautizados, a ser verdaderamente hombres completos, personas creativas y entusiastas, valientes y profundas, que integren en su vida pública y privada la verdad del Evangelio. El antídoto al laicismo es la formación de laicos comprometidos.

Para finalizar nos gustaría que nos hablase de los retos que tiene en este momento la Milicia de Santa María.

El mayor reto es hacer llegar a los jóvenes actuales toda esta riqueza que el Padre Morales y Abelardo de Armas nos legaron. Hay que llegar a los jóvenes de hoy con el mensaje de siempre. Por eso el primer  reto de la Milicia y de toda la Iglesia es la evangelización de la juventud. Muy unido a este reto está el de la necesidad de educadores. Como siempre, la mies es mucha y los obreros son pocos. Necesitamos educadores dispuestos a entregar la vida por los jóvenes y ampliar así el círculo de colaboradores para que llegue al mayor número posible de jóvenes. En esta línea se va caminando ya, pero todavía hay mucho por hacer.

Un reto actual, unido a la coyuntura que vivimos, es el de pasar el testigo íntegro del legado espiritual de nuestra institución a las nuevas generaciones, que ya no conocieron al Padre, ni a Abelardo en la plenitud de su facultades. Hay mucho de lo que nosotros vivimos, aprendimos, escuchamos de ellos que tenemos que ser capaces de transmitir para que no se pierda. En ello estamos empleando también nuestras energías actualmente.

En todos estos retos también  queda claro que, como decía San Pablo, en nuestra debilidad resplandece más la fortaleza de Dios, y será Él el que nos guíe como lo ha hecho siempre. Y Santa María continúa a nuestro lado, aunque la barca a veces parezca zozobrar. Esta es una obra del Señor y Él es el más interesado en que salga adelante. Porque, hoy como ayer, como siempre, Dios sigue cuidando de sus hijos más necesitados, los jóvenes.