¿Qué significa la Familia para un Joven?

Según el diccionario de la Real Academia Española, familia es el “grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”. Pero familia es mucho más que eso, sobretodo si hablamos de familia en relación con la fe cristiana.

Pensando en la mía, me vienen a la mente muchos recuerdos: excursiones por el pueblo, días enteros de playa o de piscina, grandes conversaciones en la comida, paseos por Madrid, partidos de fútbol contra mi padre, la rivalidad con mi madre cuando jugamos a las cartas, grandes ratos de diversión con  mis hermanas, pero también grandes discusiones, regañinas, peleas y momentos muy difíciles. La vida en familia es el día a día, compartiendo buenos y malos momentos, porque familia en resumen es compartir.

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A mis 16 años, me encuentro en la etapa en la que la familia cobra mayor importancia. Para mí la familia son aquellas personas que te van acompañar durante la mayor parte de tu vida, y por ello, ésta no debe ser solo una columna en la que apoyarte, sino un muelle que te aguante y te impulse hacia ese momento en el que te toque a ti formar otra familia.

La labor principal de la familia, más en concreto de los padres es educar, y educar en la fe cristiana. Lo primero de todo es que hay ser consciente de que esa es tarea de los padres, porque aunque este pueda contar con el apoyo del colegio o de grupos como la Milicia de Santa María, es con la familia con la que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo y con la que compartimos los momentos más íntimos, y por ello esta relación deberá estar basada en una relación de confianza total, que no permisividad.

Algo que considero que es un requisito esencial para educar a tus hijos es estar con tus hijos. Parece muy obvio pero no lo es tanto; no sólo porque vivimos en un continuo estado de prisas, sino que además, vivimos en una mundo en el que para entretener a nuestro hijo, basta con darle un móvil con juegos o vídeos. Por eso, estar no es únicamente compartir un espacio físico con él. Como joven sé y experimento cada día, que para acceder a nuestra educación es necesario compartir tiempo; jugar y hablar con él para conocer aquello que le inquieta, hablar con él de Dios…

Para terminar, quería animar a que aprovechemos este tiempo de Navidad en el que ya casi estamos inmersos para llevar a la práctica todo esto y conseguir que prevalezca el compartir con nuestros seres queridos la alegría del nacimiento de nuestro Dios, y como María y José hicieron, hacer familia allí donde nos encontremos con un amor que no se enfríe nunca.

Juan Pablo D. (16 años. Madrid)