Etiqueta: Santidad

  • El ladrón del Cielo

    El ladrón del Cielo

    Durante la Semana Santa, hemos vivido un tiempo muy intenso y el más importante del año en que celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

    Sin embargo, me gustaría recalcar una figura de la Pasión que no es muy popular y en que no muchos se fijan: San Dimas. También conocido como el buen ladrón, es un personaje misterioso del que solo se sabe que fue crucificado al lado de Cristo y que, arrepentido, reconoció a Jesús como Dios pidiéndole que se acordara de él cuando estuviera en el paraíso.

    Hasta su nombre, Dimas, es una duda, ya que se le llama así por la tradición, pero no se sabe a ciencia cierta. A pesar de esto, está reconocido como santo por la Iglesia, siendo el único canonizado por Jesucristo mismo. ¡En aquella cruz!

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    Y no es poco merecido, ¿qué mejor santo puede haber que el que se arrepiente, reconoce su miseria, la acepta y se deja acoger por la misericordia de Dios? Además, por si fuera poco, no tiene una vida por detrás que corrobore grandes obras o que fuera seguidor de Jesús, de hecho, es posible que hubiera oído hablar de él, pero nada más. Y si estaba ahí crucificado es porque cometió algún delito grave como asesinato, robo o rebelión. Podemos decir, en nuestro lenguaje, que posiblemente era un terrorista.

    Sin embargo, a pesar de no conocer a Cristo solo le bastó mirarlo, contemplar su rostro desfigurado y especialmente dejarse amar por su mirada, esa mirada que transforma corazones y mueve lo más profundo del pecador. En ese instante, él se ve como un miserable que está ahí colgado justamente, pero… ¿qué ha hecho ese hombre para estar ahí? ¿Por qué muere y se deja tratar así siendo inocente? Presa de amor colmado por Jesús, pronuncia las famosas palabras reprochando al mal ladrón y luego dice: «Acuérdate de mí cuando estés en el Paraíso»… O lo que sería en otras palabras: Perdóname y llévame contigo. Yo cuelgo aquí pagando por mis actos, pero tú nada malo has hecho para merecer esto.

    Ante un corazón humillado como el de Dimas, Jesús se conmueve, lo mira con sus ojos llenos de misericordia y le dice: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso». Fin. Santo declarado de inmediato… ¿Increíble no? Solo fue necesario pedir perdón, arrepentido de verdad ante un Jesús fracasado, ultrajado y herido. Fue el consuelo cuando más lo necesitaba, y además: Dimas no hizo nada grande en su vida, es más, vivió como un pecador y bastó ir a recostar la cabeza en el pecho lastimado de Cristo crucificado para que este lo canonizase al instante.

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    Es por esto que pienso que es un modelo de santo muy bueno: la clave no es tener una gran vida, evangelizar por todo lo alto, organizar grandes proyectos o incluso rezar todos los días y hacer oración. Todo eso es importantísimo, pero al final lo único que Cristo pide es que te dejes amar por él y que vayas a sus brazos viéndote pecador y necesitado de él y el ejemplo más claro es ni más ni menos que San Dimas.

    San Dimas

    Malhechor crucificado junto con Cristo, que supo «robarle» en el último momento el cielo. Es el único Santo canonizado en vida.

  • -Dios no nos hizo para ser mediocres-

    -Dios no nos hizo para ser mediocres-

    Las 3 claves de una vida buena según el entrenador Lou Holtz

    Que conducen a la confianza, el compromiso y el amor

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    Holtz, un católico convencido, autor de frases memorables, que se aplican tanto al fútbol americano como a la vida misma (por ejemplo: “No puedo creer que Dios nos haya puesto en este mundo para ser ordinarios”, o “Que incendies la casa de tu vecino no hace que tu casa parezca mejor”) fue, por diez años (1986-1996) un exitoso entrenador del equipo de Notre Dame y ocupa un lugar en el Salón de la Fama del fútbol americano colegial.

    La charla de Holtz, Tres claves para la buena vida se tuvo que cambiar, de la plaza que está frente a la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles al interior de la misma, por la lluvia. El hermoso e inmenso templo, obra del arquitecto Rafael Moneo, estuvo abarrotado de seguidores de Holtz, quien también ha sido comentarista de televisión y animador en múltiples conferencias de motivación en Estados Unidos.

    Dios no crea basura

    Lou Holtz, comprometido con la fe católica, compartió bromas y recuerdos en un Desayuno Anual de Oración que, en Los Ángeles, ya llega a su undécima edición y que conserva el espíritu original de estos encuentros: celebrar la Palabra, orar en comunidad y restaurar el sentido íntimo de la liturgia católica.

    Estoy tan viejo, que mis velas de cumpleaños cuestan más que el pastel”, bromeó Holtz durante su discurso de apertura, seguido de un Rosario, encabezado por los obispos auxiliares de Los Ángeles y una misa, celebrada por el arzobispo angelino José Horacio Gómez.

    En su participación, Lou Holtz –quien también dirigió a los equipos de Minnesota, Arkansas y Carolina del Sur (donde terminó su
    carrera)- compartió con el auditorio tres claves para una buena vida: siempre hacer lo correcto, comprometerse con la excelencia y mostrar a la gente verdadero interés. 

    Estas virtudes conducen a la confianza, compromiso y amor, puntualizó. Más adelante el conferencista explicó: “Si quieres ser feliz toda tu vida, entrégate a Jesucristo. No lo hagas esperar”. Y sentenció: “Es maravilloso ser católico”.

    En la parte medular de su charla, Lou Holtz compartió los retos que ha enfrentado, tanto profesionales como personales, desde el fútbol americano hasta la lucha de su esposa contra el cáncer. “Dios no crea basura y no nos puso para ser mediocres”, dijo Holtz. “Él nos creó para ser excelentes al servir al prójimo”.

    Artículo obtenido de Aleteia

  • Jornadas de Semana Santa 2013 en Rozas de Puerto Real

    Exif_JPEG_PICTUREHan sido mis primeras Jornadas de Semana Santa en España. En Lima ya he ido tantas veces que no recuerdo el número, pero siempre han sido distintas unas de otras, pues el Señor hace las cosas nuevas siempre, y esta vez, definitivamente, no sería distinto. Cabe mencionar la importancia de la preparación previa, es decir, haber vivido la Cuaresma como Dios manda. Es una de las cosas que más me gusta de nuestra Iglesia, que es madre y maestra, y nos ayuda por medio de estos tiempos litúrgicos, a través de las lecturas y oraciones a meternos de lleno en los Misterios que nos invita a celebrar. Aunque creo que pude haber hecho más, me parece la viví mucho mejor que otros años, y se lo debo sobre todo a las actividades de la Milicia y a la ayuda que brinda la Residencia Universitaria de Écija en Madrid, donde actualmente vivo, siendo la oración de la mañana y el balance nocturno, claves en ese camino.

    Los de Madrid partimos el Jueves Santo a media mañana hacia Rozas del Puerto Real. Allí nos alojaríamos en el Seminario Menor de la Diócesis de Getafe, que nos lo habían dejado como en años anteriores. Al llegar nos recibió la lluvia, nada raro para la zona y por la temporada. Luego ya no nos dejaría, con excepción del sábado santo, día dedicado a la Virgen.

    Para mí fue una nueva experiencia en todo sentido, más allá de las causas obvias, como podrían ser el número de personas, el lugar, el clima (en Lima están en verano) o el país. Parece que  todo ello se ordenó para redescubrir algo que destaco después de vivir esta experiencia: “la alegría que trae el compartir la fe”. Me parece interesante mencionar que a pesar de ser de tan lejos y de no conocer a todos los militantes, en todo momento me sentí parte de una gran familia, y familia en el sentido más profundo de la palabra, donde uno es acogido no por lo que tiene sino por lo que es, y esto, me parece, se explica por el don de la fe.

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    Los paisajes que circundaban el Seminario, que se podían contemplar a pesar de la lluvia, eran bellísimos y me ayudaron para la oración más de una vez, me evocaba a las gracias espirituales que brindaba el Señor gratuitamente en esos días santos.

    En total fuimos unos cincuenta. Hubieron cuatro grupos de medias y dos de universitarios. Yo integré uno de estos últimos. Entre los grupos nos rotábamos las labores del servicio de cocina: servir, recoger y fregar, educativo cien por cien, la convivencia en el servicio siempre ayuda a salirse de uno mismo. La dinámica de actividades fue muy similar a  la que se tiene en Perú: Oración, estudio, deporte, bincas, asamblea del día, los Oficios por las tardes, con algunas variantes, pero de menor importancia. De las muchas actividades que tuvimos me quedaría con los Oficios con el pueblo y con la visita al alberge de ancianos de Rozas. En los Oficios fue nuestro grupo el que organizó prácticamente toda la Liturgia: el sacerdote, que ya conocía la Milicia de años anteriores, nos dejó que la llevemos. Fue también, por lo tanto, una experiencia de evangelización. La experiencia del alberge fue una excelente oportunidad de dar un poco de lo que estábamos recibiendo en estos días. Estas personas por su condición no podían participar de los Oficios, por lo que de algún modo pudimos llevarles en nosotros a ese Cristo que muere y resucita por amor a la humanidad.

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    Otra actividad fuerte fue la velada que tuvimos los universitarios, de jueves para viernes, haciendo turnos de oración de una hora. Esto fue también algo nuevo y muy provechoso para mí. En ella me vino una idea que me ayudó a vivir mejor las jornadas. No fue ningún descubrimiento, sólo fue una claridad nueva sobre una de las virtudes de la Virgen, quizá la más importante, la fe, y que luego tuve la oportunidad de compartirla con los demás durante los puntos de la oración del sábado por la mañana.

    Y me quedaría mucho por mencionar, las experiencias de las asambleas, la misión puerta a puerta el nada más llegar, el deporte, charlas de formación, el festival, etc., momentos que quedarán en el corazón, pero que han hecho que cada vez este más convencido del bien que hace la Milicia a la juventud, sea donde sea. Los jóvenes tienen sed de Dios, antes y ahora también. Veo lo que hace en mí y deseo lo mismo para todos esos jóvenes que esperan ansiosos un testimonio que encarne a Cristo resucitado, razón de ser de quien vive una Pascua inacabable.

    Eder F.

  • Ejercicios Espirituales con la Milicia de Santa María.

    Toda Tanda de Ejercicios Espirituales comienza con una propuesta desinteresada que el Señor nos hace a cada uno de manera directa o indirecta a través de alguien cercano. Todo aquello que es de provecho para el alma, siempre tiene sus pequeñas trabajas que intentarán apartarnos de aquello que Dios nos tiene preparado: Planes mejores, estudios, vacaciones con familia y amigos, días de relax y descanso en casa. Serán algunas de las trabas que “El mundo” intentará ponernos en nuestro camino.

    Cada Tanda de Ejercicios nos ofrece muchísimo por muy poco. Ratos de meditación, modelos de vida para alcanzar la santificación, vivencias personales en la vida cotidiana, celebración diaria de la Santa Misa, exposición del Santísimo, sacramento de la Confesión… Todo esto a cambio de ocho días en silencio, pieza clave de los Ejercicios Ignacianos, permitiendo al ejercitante escuchar a través del alma todo aquello que El Señor lleva queriendo decirnos tanto tiempo.

    Una Tanda de Ejercicios Espirituales se compone de ocho días. En cada uno de los cuales se exponen los Puntos del día que nos servirán como base y principio en la oración, acompañados de lecturas formativas (La pureza en el Ser Humano) durante el desayuno, la vida de un santo (San Francisco de Sales) durante la comida y la cena, además de una plática diaria sobre un tema específico.

    En un primer momento, personalmente concebía los Ejercicios Espirituales, como el momento y situación idóneos para reflexionar sobre la situación y problemas personales. Poco después, en los puntos del día, se explicó que los Ejercicios Espirituales no eran precisamente para reflexionar sobre problemas y situaciones tanto pasadas como futuras, sino que su principal finalidad es permitir un encuentro más cercano y profundo con el Señor. “Ocúpate de mis cosas y Yo me ocupare de las tuyas”.

    Al comienzo de los ocho días, el silencio quizás fue la parte que más me costó asumir, sobre todo durante las comidas o cuando te encuentras con alguien por los pasillos. Pero a medida que pasan los días es algo a lo que te vas acostumbrando y finalmente acabas considerándolo normal e implícitamente necesario para estar sumergido en el oración y en el encuentro con el Señor. El tiempo durante los días de Ejercicios  transcurre asombrosamente rápido, pero si vuelves la mirada hacia horas antes, las horas parecen días.

    El arduo calor de la capilla y el suave frescor de las habitaciones fueron decisivos a la hora de decidir el lugar escogido para nuestra oración personal. Haciendo de esto, en numerosas ocasiones, motivo de penitencia y consolación del espíritu por estar un poquito más cerca de Aquél que tanto nos ama y espera pacientemente nuestra presencia junto a Él.

    Los días pasan y la monotonía comenzó a ser un enemigo presente en los Ejercicios. La lectura de las Sagradas Escrituras, la meditación sobre los puntos del día, y una oración humilde y profunda, fueron las perfectas armas contra la lucha de una monotonía desenvuelta entre las mismas paredes, escaleras y habitaciones.

    Quizás como la mayoría de la gente que realiza ocho días de Ejercicios Espirituales la primera impresión que tiene de sí mismo es la de: “Me voy a comer el mundo”. A la salida de Ejercicios me encontré en una sensación de plena felicidad y tranquilidad en el alma, una sensación que con el paso de los días vuelve a su estado normal. Esto es algo que quizás haya que combatir ya que los verdaderos Ejercicios no deben acabar a los ocho días, sino que deben empezar cuando uno sale del lugar donde los recibió. Es decir, mantener la oración con el Señor, seguir ofreciéndose y sacrificarse por amor a Dios, etc. Probablemente esto fue uno de los propósitos en el que antes encontré dificultades en continuar realizando. Difícil, pero no imposible.

    Tras estos ocho días me di cuenta de muchas cosas en mi vida que debían cambiar y ser corregidas por amor a Dios y a los demás. Y no solo quedarme yo mismo con el mensaje aprendido, si no llevárselo a todos aquellos con los que diariamente convivo y me relaciono, perdiendo el miedo al qué dirán o qué pensarán. Doy gracias a Dios por haberme concedido esta providencial oportunidad de acercarme un poco más a Él, a través de esos maravillosos ocho días que marcaron mi vida hacia el camino a la santidad.

     Pablo C., (Palencia)

  • Impresiones de campamento 2012 Carlos J.

    Este campamento ha sido distinto a los anteriores para mí ya que me tocó ser jefe de escuadra. Desde que me lo dijeron estaba ilusionado porque ser jefe de escuadra implica tener ciertas responsabilidades que me permitirían mejorar en la vida diaria. Así pues, fui al campamento con ganas, pero a su vez un poco triste ya que me perdía los Sanfermines. No obstante, mereció la pena.

    El día que llegué y me presentaron a mi tienda me llevé una alegría, pues conocía a casi todos. Además, ya habían estado en campamentos anteriores, por lo que no era necesario andar detrás suyo en todo momento porque sabían lo que debían hacer. Conforme pasaban los días nos llevábamos mejor y acabamos como una “piña”.

    Los días de la primera etapa, la de la responsabilidad (antes de ir al circo de Gredos), nos sirvieron para conocernos bien y me permitió observar los peligros que tendríamos allí. Así, en una reunión, hablé con ellos y les pedí cuatro cosas que nos ayudarían a no tener problemas en Gredos. Sin embargo, nunca pensé que la segunda etapa, la de reflexión (los días en Gredos) iba a ser tan buena. No sólo cumplieron con lo que les pedí sino que lo hicieron lo mejor posible siendo todo un ejemplo. Así en Gredos me ayudaron entre todos a llevar la tienda como pretendía.

    A la vuelta de Gredos comenzamos a estar más unidos que nunca. Les propuse analizar sus fallos para mejorar como personas, pero me fui desanimado en este aspecto porque me da la sensación de que podía haber hecho mucho más. Los últimos días en el campamento fueron una auténtica maravilla. Nunca olvidaré la noche en la cabaña que hicimos, ni el día de las olimpiadas.

    En resumen, este campamento me ha permitido mejorar como persona ya que el ser jefe he tenido más responsabilidad y me ha ayudado a tener más paciencia, ser más ordenado y puntual. Estas superaciones no hubieran sido posible sin la tienda tan buena que tuve. Ahora viene lo difícil, que es llevar todo esto a la vida real.

    Carlos Juan de Dios

    Pamplona

  • Impresiones de campamento 2012 Javier B.

    Vivimos rodeados de constante actividad. En un mismo día puedes ir a la universidad a matricularte, a la autoescuela, a la Escuela Oficial de Idiomas y al dentista… Parece una misión imposible, pero el hecho es que el hombre de hoy se está dejando llevar por esta corriente de «activismo desenfrenado», como me gusta llamarlo a mí. Para mí el Campamento de Santa María es una frenada en seco para todo este envoltorio que muchas veces no me deja mostrar lo que soy en realidad y desenvolverme como a mí me gusta.

    Además, como jefe de escuadra, lo que más he buscado este año ha sido que mis escuadristas disfrutaran al máximo de la experiencia que suponen estos quince días, ya que no solo se quedan en intimidad con Dios y consigo mismos, sino que también es la oportunidad perfecta para darse a los demás y poner en práctica todo aquello que se habla en las asambleas y que, a veces, en casa, es muy difícil de llevar a cabo.

    Sin embargo, de este campamento me llevo un mensaje breve y sencillo de entender, aunque profundo y complejo de vivir. He comprendido que si somos nosotros quienes intentamos que el mundo del «activismo desenfrenado» no nos coma, de ser los mejores, de llevarnos los méritos por lo mucho que hemos ayudado a los demás en este campamento, etc.; no estamos dejando a Dios la oportunidad de actuar en nosotros. No se trata de tenerle como un salvavidas para cuando las cosas nos van mal, sino que debemos aceptar que somos pequeños y frágiles y que SOLO DIOS es quien puede darnos la verdadera felicidad y, por tanto, debemos dejarnos hacer por Él.

    De este modo, y como dije en el último fuego de campamento, ya no soy yo quien hace la foto (los que tenéis tuenti conocéis la típica «autofoto» en la que solo sale medio cuerpo y el flashazo de la cámara), sino que es Dios quien me saca en plenitud, aunque ahora salga más pequeño. Porque gracias a eso pueden aparecer también en la foto la Virgen de Gredos, a la que espero ver al año que viene, y los maravillosos y cuantiosos paisajes y amigos que he conocido durante este campamento.

    Javi Bastante

  • Impresiones de campamento 2012 Gabriel C.

    El campamento ha sido una fuente de inspiración, sabiduría y aprendizaje. Gracias a él he madurado como persona y me acerco cada vez más a Dios. Las noches de tertulia de Gredos, charlas… me han servido para pensar y responder a mis preguntas del año pasado. Gracias al campamento hoy soy la persona que soy: un joven con el corazón y el alma rejuvenecido.

    Agradezco a esta gran familia, a Santa María de la Montaña, a Dios y a mi escuadra que me hayan ayudado tanto a mejorar y por eso siempre llevaré en mi corazón una parte de esta gran familia y de Gredos por toda la ayuda recibida.

    Gracias Milicia de Santa María.

    Gabriel de la C.

  • Impresiones de campamento 2012 Isaac M.

    Los extraños y bellos caminos de Dios:

    Este es mi octavo año en Milicia y mi séptimo campamento (por problemas personales no pude ir un año) y…

    ¡Qué campamento! Iba receptivo. Quería ver qué designios tenía Dios para mí este verano y, ciertamente, como siempre, no fueron menos que sorpresas. María quiso ponerme de jefe de escuadra por accidente. En esta labor, aprendí ante todo a amar, aceptar y a pedir perdón. La escuadra era, en líneas generales, buena pero compleja. Cada uno venía con unos problemas distintos y unas preocupaciones únicas. Además, el cambio de jefe fue un tema difícil de abordar. Gracias a Dios que tuve el apoyo incondicional de mi monitor.

    Tuvimos nuestros “rifi- rafes” continuos y el último día completo de campamento, gracias a unas palabras intercambiadas con cada uno de mis escuadristas, conseguimos que el campamento nos sonriera y nos fuéramos con buen sabor de boca.

    En un plano más personal, como siempre ocurre, me volvió a sorprender Gredos. Esas noches son una maravilla, esas vistas son un regalo y, a pesar de que en las marchas pasé verdadero miedo, vi a Dios en cada uno de los acampados y monitores que no cesaban de dedicarme sonrisas y palabras de ánimo.

    De todas las actividades del Circo, me quedo sin duda con las Misas. Me resulta increíble que en esa inmensidad de lugar, Cristo se nos hiciera presente en un “trozo de pan”. Además, el rato de acción de gracias contemplando a nuestra humilde Virgencita en su gruta… ¡cuántos deseos surgieron en esos momentos! Sin duda, durante el curso, me anima el saber que mi nombre esta a los pies de María, en Gredos. Sin duda, tengo allí, inherente, plantado mi corazón.

    Por último, ahora aquí, quiero pedir perdón también, porque, a pesar de mi esfuerzo (que no fue poco) fallé muchas veces y en distintas ocasiones. También si pude incomodar a alguien, ya fuera con un gesto, una palabra o una actitud. También he de dar las gracias a todos aquellos que hicieron del campamento algo más bonito con sus sonrisas y miradas. Y también a aquellos acampados que ahora puedo llamar grandes amigos míos.

    Un fortísimo abrazo a todos en el Corazón de Nuestra Virgen de Gredos.

    Isaac M.

     17 años

  • Impresiones de campamento 2012 Juan Carlos R.

    Este ha sido mi octavo campamento. Cuando era pequeño venía porque había que venir y me lo pasaba genial con las actividades. Cuando crecí un poco más seguía viniendo porque sí pero ya me enteraba de algo más y me lo pasaba aún mejor. Y ahora, un poco más mayor, vengo porque quiero, ya no tanto por las actividades que se hacen, que siguen siendo geniales. Vengo por la cosas que aprendo cada año que no son ni inglés, ni matemáticas, ni lengua…, si no de una asignatura de la que no hay muchos profesores, de la vida.

    Este campamento, si lo vives bien y metiéndote en tu rol, te dará el corazón.

    Juan Carlos R.