Ésta es la primera acepción que aparece detrás de la palabra Fórmula en el diccionario de la RAE: “Medio práctico propuesto para resolver un asunto controvertido o ejecutar algo difícil.” Podemos decir de manera muy simple que es la manera de hacer algo complicado. Nos vale como ejemplo la fórmula de la Coca Cola, sin la cual no se puede obtener el famoso refresco. Hay que hacerlo así: siguiendo la fórmula.
Parece sencillo. Quieres hacer algo, buscas la fórmula, lo haces. Fin de la historia. Como mucho puede surgir el inconveniente de que quien tiene la fórmula no la haya subido a Internet y tengas que buscar ¡en un libro! Incluso, puede ocurrir que el dueño de esa fórmula no quiera compartirla con nadie. Hay gente para todo en este mundo. En ese grupo se encuentran los dueños de la marca Coca Cola, que no quieren que nadie (salvo ellos mismos) se beneficie del poder atrayente y adictivo de su elixir. ¿La solución a esta tragedia? Probablemente te encuentres en uno de los 200 países en los que se comercializa, así que puedes bajar a una tienda y con menos de 0.5$ comprar una lata. Demasiado sencillo.
Pero también nos podemos plantear lo siguiente: quieres algo, no conoces la fórmula y no se puede comprar. Mal rollo. No daré más rodeos. Imagínate que lo que deseas es la felicidad. Quieres ser feliz. Como todos, vaya. No escribo esto porque tenga la solución. Todo lo contrario. Estoy en la misma situación que tu: yo soy el que busca. De hecho, últimamente he estado buscando y me he encontrado con un montón de recetas (más de 11.400.000 de resultados en la red). Algunas con mejor pinta que otras, pero no dejan de ser recetas. Lo malo que tienen es que a veces salen y otras no. Una fórmula es una fórmula porque funciona. Y para asegurarte de que alguien de verdad ha encontrado la fórmula y no una receta más lo que tienes que hacer es comprobar que ha obtenido el resultado deseado. Así que lo que necesitamos es una persona feliz.
De un vistazo encontramos gente aparentemente feliz por todos lados. Pero ¿os acordáis de aquel eslogan? “Destapa la felicidad”. Muchas veces esa felicidad que creemos haber encontrado pierde rápidamente –precisamente cuando la destapas- las burbujas. Tiene algo mágico, pero con fecha de caducidad. Pierde fuerza a cada instante y, al final, se acaba. Y cuando las burbujas desaparecen nos da la sensación de que lo que creíamos auténtico es el resultado de una receta cutre. Ya no nos atrae, ni los ilusiona, ni nos llena. Entonces vamos a por otra lata. Esta sí, pensamos. Pero siempre pasa igual: deja de chisporrotear y vuelve la desilusión.
[Continuará]