¿Qué es el campamento para mí? Impresiones del Campamento 2017.
Yo lo describiría en una palabra: Felicidad. Voy a ser sincero, yo llegué aquí nuevo sin tener ni idea de nada y no me apetecía mucho venir. Pero una vez llegas aquí, ves que es un lugar distinto. Todas las asambleas, charlas, juegos, ratos de oración… la verdad que me han ayudado muchísimo. Además de todos valores que día a día nos enseñan para intentar parecernos cada vez más a Cristo.
Por otro lado, el ambiente que aquí se respira, la compañía de los amigos que haces y la de la Virgen, te incitan a cambiar. Así vuelvo yo a Pamplona, cambiado y renovado; y feliz por todo lo vivido.
Recordad, el campamento es solo el comienzo para comeros el curso. Esto para mí, acaba de empezar.
Wico P. (Pamplona)
Para mí este Campamento de Santa María de la Montaña es un lugar en el que he aprendido muchas de las cosas que son muy importantes para el día a día como ser diligentes, constantes, cómo tratar a los demás, vencer la pereza, superarme subiendo cumbres y picos, reflexionar sobre uno mismo para conocer mis defectos y arreglarlos, así como mis virtudes y potenciarlas. Además este campamento me he acercado mucho a Dios y nuestra Madre, la virgen María de Gredos, a la que tanto he conseguido amar y que tanto me ha ayudado este campamento.
También hemos realizado montones de actividades como bañarnos en una laguna, pozas, jugar al fútbol, hacer unas olimpiadas deportivas y lo más importante, subir al Circo de Gredos donde se vive el campamento de forma más intensa y emotiva.
Juan Pablo D. (Madrid)
Este campamento no es un campamento cualquiera, es un campamento para la vida. La principal finalidad del mismo es preparar al joven (a nosotros) para el futuro.
No importa de dónde vengas, cómo seas… Lo único importante es lo que eres. Este campamento te enseña a que lo más importante para la vida es no ser nada. Porque no siendo nada, consigues triunfar tanto para ti como para Dios.
«Subir bajando» y «Hágase y Estar» son nuestros lemas. Ganar la santidad perdiendo todo. Así, durante el campamento, se te propone aspirar a la santidad como finalidad de la vida.
Cada día (2-14 de julio) se propone un valor a cultivar. De esta manera, uno aprende a ser mejor persona. Sólo deseo que más personas tengan la oportunidad de conocer esto. «Madre Hágase, Madre Estar«
Durante la Semana Santa, hemos vivido un tiempo muy intenso y el más importante del año en que celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Sin embargo, me gustaría recalcar una figura de la Pasión que no es muy popular y en que no muchos se fijan: San Dimas. También conocido como el buen ladrón, es un personaje misterioso del que solo se sabe que fue crucificado al lado de Cristo y que, arrepentido, reconoció a Jesús como Dios pidiéndole que se acordara de él cuando estuviera en el paraíso.
Hasta su nombre, Dimas, es una duda, ya que se le llama así por la tradición, pero no se sabe a ciencia cierta. A pesar de esto, está reconocido como santo por la Iglesia, siendo el único canonizado por Jesucristo mismo. ¡En aquella cruz!
Y no es poco merecido, ¿qué mejor santo puede haber que el que se arrepiente, reconoce su miseria, la acepta y se deja acoger por la misericordia de Dios? Además, por si fuera poco, no tiene una vida por detrás que corrobore grandes obras o que fuera seguidor de Jesús, de hecho, es posible que hubiera oído hablar de él, pero nada más. Y si estaba ahí crucificado es porque cometió algún delito grave como asesinato, robo o rebelión. Podemos decir, en nuestro lenguaje, que posiblemente era un terrorista.
Sin embargo, a pesar de no conocer a Cristo solo le bastó mirarlo, contemplar su rostro desfigurado y especialmente dejarse amar por su mirada, esa mirada que transforma corazones y mueve lo más profundo del pecador. En ese instante, él se ve como un miserable que está ahí colgado justamente, pero… ¿qué ha hecho ese hombre para estar ahí? ¿Por qué muere y se deja tratar así siendo inocente? Presa de amor colmado por Jesús, pronuncia las famosas palabras reprochando al mal ladrón y luego dice: «Acuérdate de mí cuando estés en el Paraíso»… O lo que sería en otras palabras: Perdóname y llévame contigo. Yo cuelgo aquí pagando por mis actos, pero tú nada malo has hecho para merecer esto.
Ante un corazón humillado como el de Dimas, Jesús se conmueve, lo mira con sus ojos llenos de misericordia y le dice: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso». Fin. Santo declarado de inmediato… ¿Increíble no? Solo fue necesario pedir perdón, arrepentido de verdad ante un Jesús fracasado, ultrajado y herido. Fue el consuelo cuando más lo necesitaba, y además: Dimas no hizo nada grande en su vida, es más, vivió como un pecador y bastó ir a recostar la cabeza en el pecho lastimado de Cristo crucificado para que este lo canonizase al instante.
Es por esto que pienso que es un modelo de santo muy bueno: la clave no es tener una gran vida, evangelizar por todo lo alto, organizar grandes proyectos o incluso rezar todos los días y hacer oración. Todo eso es importantísimo, pero al final lo único que Cristo pide es que te dejes amar por él y que vayas a sus brazos viéndote pecador y necesitado de él y el ejemplo más claro es ni más ni menos que San Dimas.
San Dimas
Malhechor crucificado junto con Cristo, que supo «robarle» en el último momento el cielo. Es el único Santo canonizado en vida.
Cuántas veces me veo sentado en el banco de la iglesia, después de misa o de mi rato de oración, intentando “apretar” y hacer una oración buena, esforzándome por convencerme a mí mismo de que voy a darme entero, esta vez sí, a tope. Esforzándome por darme cuenta realmente que al que tengo delante, o dentro de mí, es al mismo Dios, no sólo es un dios, ¡es Dios! Esforzándome por sentirle realmente, por caer en la cuenta de su presencia viva en mi interior, que nunca estoy solo. Pero nada, la cabeza me hace “¡pop!”, lo único que consigo es que la oración me agote mentalmente y sentirme un cateto cuando la vuelvo a liar después de haberle dicho que soy todo suyo. ¿Os pasa también? Esto puede acabar por llevarte a no disfrutar de la oración, a cansarte y convertir ese rato que debería ser de descanso, en un momento de frustración general. ¡Yo quiero sentir y estar cerca de Él, pero no hay forma! Como me canso mentalmente la cabeza se me va, me pongo a pensar en cuánto me queda para que se me acabe el tiempo de oración que había pensado, en qué podría estar haciendo que me urge mientras pierdo el tiempo aquí…, etc.
Esto nos puede llevar a acabar renunciando a la oración y convertirla en otra obligación más en mi lista de “Cosas que debo hacer hoy”, no en un rato entre amigos. Sin embargo, este sentimiento puede ser la clave para darle un backflip a la situación. Jesús dijo a san Luis rey de Francia: ‹‹ ¡Tú querrás orar como un santo, y yo te invito a orar como un pobre!››.
Es normal que tengamos días de oración sabrosa y dulce, y otros que sean más áridos. No es problema, es oración igualmente, lo importante y que va tallando el corazón es la fidelidad a la oración. Sin embargo, estas dificultades que encontramos nos ayudan a darnos cuenta de nuestra pobreza, de que en realidad por nosotros mismos no podemos siquiera hacer un rato de oración decente; y esta pobreza nuestra nos lleva a la humildad. Y la humildad es el punto flaco de Dios. La humildad, unida a la esperanza, “obliga” al corazón de Dios, Él encuentra en ese corazón necesitado un lugar donde poder actuar abiertamente. Así que no nos apaguemos porque nuestra oración no nos haga levitar, ofrezcamos con humildad nuestro rato de oración, sabiendo que ni siquiera eso podemos hacerlo solos, sino que es Él quien toma la iniciativa.
A mí me ayuda entrar a la oración con el sentimiento en el corazón de: “Señor, vengo este rato a estar contigo porque necesito de ti. Salga como salga la oración, yo vengo a estar contigo porque quiero serte fiel”. Luego leo un texto o medito el evangelio, y dedico a la oración el tiempo que haya hablado con mi guía espiritual. Y si salgo de la iglesia igual que he entrado, entonces es que debe ser así. Ofrezco al Señor todo lo que puedo dar, de esta forma le doy todas las opciones para que Él tenga plena libertad para obrar en mí. ¿Hemos hablado ya con el guía espiritual entonces de cuánto tiempo sería el ideal para nosotros de oración?
Santa Teresa de Jesús dijo: ‹‹Sabe el traidor queel alma que tenga con perseverancia oraciónla tiene perdida, y que todas las caídas que la hace dar la ayudan, por la bondad de Dios, a dar después mayor salto en lo que es su servicio››. Dice también Marthe Robin: ‹‹Quiero ser fiel, muy fiel a la oración cada día, a pesar de las sequedades, los aburrimientos, los disgustos que pueda tener… ¡a pesar de las palabras disuasorias, desanimantes y amenazantes que el demonio pueda repetirme!… En los días de turbación y grandes tormentos me diré: Dios lo quiere, mi vocación lo requiere, ¡eso me basta! Haré la oración, me quedaré todo el tiempo que me han prescrito en oración, haré lo mejor que pueda mi oración, y cuando llegue la hora de retirarme me atreveré a decir a Dios: Dios mío apenas he rezado, apenas he trabajado, poco he hecho, pero os he obedecido. He sufrido, pero os he mostrado que os quería y que quería amaros››.
¡Buah! ¿Tú también te mueres de ganas de volver a la capilla?
Comienza el 2018, y con él todos nuestros sueños, nuestros anhelos…la búsqueda de nuestra felicidad. Y nos podemos preguntar: ¿dónde está la felicidad?
Amaqtedu «Ama hasta que te duela»
Os presentamos a AMAQTEDU, un proyecto solidario que quiere construir un mundo mejor a partir del amor al arte y del arte de amar. ¡Amar siempre, hasta que duela!
Una de sus fundadores nos muestra dónde está esa felicidad tan deseada por todos. Ahí va:
Hola,
Me llamo Elizabeth y quiero compartir con vosotros qué ha significado AMAQTEDU en mi vida….
Creo que si tuviera que definir la palabra felicidad, lo haría a partir de nombres y apellidos… Para mí la felicidad es Felipe, es José Alberto, es Martin…, son todas esas personas que me regalan la oportunidad de “amar hasta que duela” y de ser feliz por ello.
El amor tiene que doler, porque sino, no sería amor. A mí, me duele… Me duele el sufrimiento de quienes acompañamos, me duele no poder “hacer más” y lo que más me duele es no saber entregarme al 100% y vivir tan preocupada por mi vida: mis estudios, mi futuro… Creo, cada día con más certeza, que estar al lado de los que sufren es mi futuro, porque con ellos me siento plena, siento que puedo tocar el cielo y alcanzar cada una de las estrellas (ellos son mis estrellas).
Ellos me sorprenden con sus historias, con su fuerza y con su sentimiento…, ellos me sorprenden con su belleza. Sus ojitos, sus manitas, su sonrisa…, son como el hogar de quien busca perdido en el mundo y encuentra un sitio cálido, familiar y acogedor donde refugiarse. Ellos, sin exagerar, hacen que cada día me levante con el lema de: “voy a luchar”, porque es lo que yo les pido a ellos y sería falaz si yo no lo hiciera.
Yo aconsejaría al mundo entero que se sumasen a la lucha de “amar hasta que duela”, que se sumasen a AMAQTEDU, un proyecto que recién empieza, pero que estoy segura que será imparable.
Despido el año siendo yo misma: con mis miedos, mis preocupaciones, mis luchas…, y lo despido feliz gracias a AMAQTEDU y la alegría que da a mi vida el acompañar a los héroes ocultos de este mundo.
Se acerca. Se nota. Se siente. Está en el ambiente. El corazón se acelera y el pulso aumenta. Sí, estamos llegando a la fiesta, al día, al 8 de diciembre de 2017. Se acerca la Inmaculada y nosotros vivimos estos días con una expectación creciente en plena campaña.
Una de las cosas importantes para preparar este día que todos deseamos es hacernos conscientes de todo lo que Ella nos ha dado y, para algunos de nosotros, Ella nos ha regalado la oportunidad de ser Militantes de Santa María, sus hijos. Precisamente por esto os invito a reflexionar sobre qué es un militante.
Es una pregunta que nos han hecho muchas veces en Milicia. Es una de esas preguntas que se suelen poner al inicio de una asamblea y a la que se dan muchas veces las famosas “respuestas de manual”. Creo que debe de haber un capítulo en el “Manual del Militante” que se llame “Respuestas posibles a preguntas típicas” y, en algún punto, debe venir esta. ¿No es triste?
Y es que es una pregunta que, si no le damos respuesta clara, corremos el riesgo de convertir el “Por Cristo, por la Virgen, por la Iglesia: ¡más, más y más!” en un mero grito de batalla, en un cántico como el de los fanáticos de un equipo de fútbol, en una exclamación que hace piña pero que no nos conforma, no nos “hace con”, un grito que despelleja la garganta pero que en el fondo no significa más que un recuerdo.
Tras mucho pensar, me he atrevido, desde mi experiencia, a darle una respuesta. Que me perdonen el P. Morales o Abe si he metido la gamba en algún lado.
¿Qué es un militante?
Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo y los ojos fijos en la Inmaculada.
Un militante es un militante, parecerá una obviedad, pero no lo es. Un militante no es militante si no forma parte de un grupo, de una familia, de la Milicia. Porque no se puede ser militante sin hermanos militantes, no se puede ser un lobo solitario, un caballero andante sin casa ni hogar donde reposar. No se puede, porque dura dos telediarios, ser militante sin otros a tu lado, humana o espiritualmente. Se nos podrán encargar misiones que debemos recorrer solos, cierto, pero no se nos puede pedir que las llevemos a cabo sin, al menos, la oración de nuestros hermanos cubriéndonos la espalda. Somos familia, nos une el Amor, el Amor de Cristo en la Cruz, que nos dio a su Madre por Madre Nuestra. Y podrán separar kilómetros a un militante del hogar más cercano que no puede ser militante sin ser militante, sin familia. Porque el hogar está donde está la Madre.
Un militante es un hombre (que la rama femenina saque su propia definición), un hombre formado en la medida de sus necesidades, un caballero. Es un hombre en el mayor sentido de la palabra, un ser humano que Dios ha creado a su imagen y semejanza. No más que los otros hombres, pero sí uno más de los Hijos de Dios. Es un caballero con las mujeres, exquisito si se lo exige la situación y pilar fuerte si las circunstancias lo requieren. Es un soldado, uno de los pretorianos de Nuestro Señor, la élite de las fuerzas de Santa María en este mundo. Dispuesto a las más duras batallas, aún a sabiendas de que sólo nos las gana. Y que se juega la vida por el honor de su Señor, a un militante no le es indiferente que se calumnie a Cristo delante suya. Un hombre que reconoce la valía de una mujer y la respeta como compañera que Dios le ha dado en este mundo. Un militante es un hombre.
Un militante es un hombre débil, y lo debe reconocer. Muchas veces se nos sube a la cabeza el “soy militante” y solemos olvidar que el “subir bajando” es núcleo esencial de nuestro carisma. Un militante es de carne y hueso, si se le pincha sangra, como a todo quisqui. Somos débiles, sencillos, torpes, cojos y mancos, no valemos para mucho -para qué nos vamos a engañar-. Y el problema no es que lo seamos, que las circunstancias se imponen muchas veces, sino que debemos reconocer que lo somos, que ya nos cuesta más. Somos hombres que no se ganan la santidad a pulso, que no dan el asalto al Cielo, que no escalan su propio crecimiento. Somos hombres curtidos en la dureza de la roca de Gredos, que enseña que, para que la hierba brote, la roca ha de agrietarse y resquebrajarse por nieves y hielos hasta dejar pasar el agua. Un militante lucha, sí, pero “no se cansa nunca de estar empezando siempre” porque sabe que es débil y que su salvación no se la va a ganar él. Un militante es débil.
Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo, que no vive a medias tintas, que está enamorado de su Señor. Cada día le dedica un rato, como al mejor amigo, y le cuenta sus penas y alegrías, sus luchas y defectos, sus conquistas y sueños. Descansa en Cristo, en su Señor. Que echa en falta cada día que pasa sin recibir la Eucaristía, que se seca si no le regala el día a su Señor en el ofrecimiento de obras. Un militante hace todo por Amor, con mayúscula, da la vida por Amor al que por Amor le dio su Vida. Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo.
Y un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo y los ojos fijos en la Inmaculada. Porque no vive sin su Madre, porque aprende todo de Ella, porque sólo Ella le anima a caminar, sólo Ella es su fe y su esperanza. Porque Ella desde Gredos le enseña a resistir nieves y hielos escondida en la roca del Amor; porque Ella desde el Cielo le enseña, como la Inmaculada, a ser todo y sólo de Dios; porque Ella le enseña, como Madre, a vivir en su vida el plan que Dios ha trazado para cada uno de sus militantes. Le enseña a confiar, aunque parezca que es imposible, a decir “hágase” cuando no entiende nada y sólo ve oscuridad. Le enseña a permanecer, a “estar”, contra viento y marea, cuando todo parece caer. Sólo ante Ella ofrece su vida en los compromisos, sólo ante Ella y su Señor dobla la rodilla, sólo de su mano sube a la santidad bajando, peldaño a peldaño, la escalera de la humildad. Un militante sólo es militante si es de Santa María, y allá donde se le rinda culto a Su Madre un militante es feliz, y allá donde esté le rendirá honor a Su Señora, al orgullo de su pueblo, a la Toda Santa. Un militante tiene los ojos fijos en la Inmaculada y su pureza es modelo y esperanza para su fe.
Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo y los ojos fijos en la Inmaculada.
Quizás me he explayado en exceso, diréis, y razón no os falta, porque esto no se escribe, ni se dice, se vive. Y qué mejor ocasión para vivirlo que estos días, esta preparación constante para la fiesta de nuestra Madre. Que vivamos y preparemos el corazón para el 8 de diciembre y que así, poco a poco, nos acerquemos cada día más a la santidad en medio del mundo y, si Dios quiere, a la eternidad.
Este año los militantes de Santa María nos encontraremos una vez más para reavivar el impulso misionero en una nueva edición de las JORNADAS de Semana Santa.
De cara a la misión particular de los militantes, se presentarán los proyectos apostólicos de los hogares de cada provincia, nos preparemos para la misión: Rumbo al Perú, Gales y África, visitaremos Fátima (Portugal) en el CENTENARIO de las apariciones, haremos de nuestras asambleas verdaderas plataformas de evangelización. Conoceremos Ciudad Rodrigo, patrimonio histórico-artístico de España, ciudad que nos acogerá este año.
Además tendremos: formación, testimonios, deporte, fe, amistad, oración, convivencia, todo en un clima de familia y con jóvenes de toda España. Será la mejor forma de aprovechar los días más importantes del año para un cristiano. ¡Contamos CONTIGO!
INFORMACIÓN GENERAL:
Lugar: Ciudad Rodrigo (Salamanca). Salida a Fátima (Portugal).
Fechas: Del 12 al 16 de abril.
Precio: 120 €.
Cuenta bancaria: ES 63 0075 5701 26 0603801797
Llevar: Pijama, aseo, anorak, jersey, chubasquero, zapatos o botas, ropa de vestir (para los oficios), mudas de repuesto. Toallas, sábanas o saco. Bloc y boli, material de estudio. Chándal, ropa y calzado de deporte. DNI (si se tiene) y tarjeta sanitaria. Mochila pequeña para salida a Fátima.
Importante: Llevar pasaporte. Para los menores de edad, llevar permiso policial obtenido en una comisaría.
Una gélida mañana de febrero de 1981. Un pequeño y pobre conventico perdido en el campo abulense. Cumplía Abelardo 51 años y, pese al frío glacial, eligió para celebrar su aniversario el rincón de Duruelo, un caserío diminuto, cercano a Peñaranda de Bracamonte, reducido prácticamente hoy al convento de Madres Carmelitas Descalzas. Allí, cuatro siglos antes, un joven fraile inició la reforma del Carmelo masculino, viviendo tan austeramente que “espantaba” a su animadora Teresa de Jesús. Lo llamaban fray Juan de Santo Matía. Hoy lo conocemos como san Juan de la Cruz.
Abelardo se alimentó permanentemente de la espiritualidad del Carmelo (“savia carmelitana”, la llama el P. Morales) que revitalizó su “tronco ignaciano”, pues ambas líneas de espiritualidad son inseparables en los Cruzados de Santa María. Por ello fue un seguidor entusiasta de la doctrina de los grandes místicos españoles, y también muy en especial de santa Teresa de Lisieux (como lo fue del Maestro Ávila). Meditó mucho la doctrina de esta santa, ayudándose de varios comentarios sobre sus escritos1. Hizo vida propia la doctrina de la “manos vacías” de la santa carmelita.
En el momento que narramos, era priora de la comunidad de Duruelo la madre Carmen, una religiosa santa con quien Abelardo tenía una enorme afinidad espiritual. Se sentía muy acogido por aquella comunidad de religiosas, por eso, se me ocurrió ir a celebrar mi cumpleaños al convento de carmelitas de Duruelo. Y en el momento de la comunión ellas cantaban “grande es, Señor, tu ternura para con tus criaturas”, de música y letra de la M. Carmen2.
La gracia de Duruelo
Allí, sin sospecharlo, Abelardo vivirá una experiencia “límite”. Le llegó la luz que iluminará el resto de su vida. Poseemos varios testimonios escritos y orales de este acontecimiento, que ofrecemos a nuestros lectores como una primicia.
El primero de ellos es una carta circular escrita por él a los cruzados una semana después del acontecimiento, agradeciéndoles sus felicitaciones:
Quiero comunicaros que todas vuestras oraciones y sacrificios ofrecidos con motivo de mi cumpleaños debieron caer en mi alma cuando la mañana del 17 de febrero ofrecía la Misa con cuatro hermanos míos, en el Carmelo de Duruelo.
Era la gracia de ver mi nada en el momento de nacer. Cuando por no tener carecía hasta de la vida de la gracia. Vi mi cuerpecito sucio de niño recién nacido, atendido y acariciado por la ternura de una madre que, hasta el cariño que volcaba en mí, era puesto por Dios en su corazón.
Y deseé morir como nací. Nacer a la vida eterna como a la temporal. Si el ser se me dio gratis y la gracia del bautismo sin merecimiento alguno, así en la plenitud de mi nada deseo entrar con las caricias de la Madre del cielo en el regazo del Padre. Por pura gracia y con las manos vacías. Ser pura, purísima alabanza de Dios, Autor de todas mis obras que ha obrado Él en cuanto hayan sido buenas. Y glorificador de las auténticas mías, las malas, que su misericordia lavó con la sangre derramada por mi Salvador en la Cruz3.
Ve su “nada” y a la vez la ternura de Dios en un corazón de madre, que ama desinteresadamente. Desea morir como nació, sin nada, con las manos vacías. Para dar gloria exclusivamente a Dios. Meses después, repetía estos mismos datos enriqueciéndolos con nuevas pinceladas:
En aquella acción de gracias, bajo el influjo de esa canción, Dios me iba haciendo a mí sentir un deseo inmenso… de que me dejase manejar en mi nada, y comprender entonces que toda la vida (no solo la mía, sino la de cada uno) es un milagro de exquisita misericordia de Dios. Y yo me iba diciendo aquel día: “Señor, hoy hace 51 años que nací. Yo no hice ningún mérito para nacer. Yo no me escogí a mí mismo; me escogiste tú, me sacaste desde la eternidad. Y hoy nací yo, por pura misericordia, por pura gracia tuya. Y entré en la tierra por tu pura gracia.
Y lo primero que encontré fue una madre, que me cuidaba y que tenía puesto ese instinto maternal que es tu amor de Padre de los cielos puesto en las madres de la tierra para que te cuiden. Porque es mi madre quien me está amando, pero es Dios quien ha creado a mi madre para que me ame. Y al poco tiempo, enseguida, me bautizaron, y entraste en mi corazón. Yo no hice ningún mérito para recibir la gracia del bautismo.
Entonces, Señor, si mis primeros pasos fueron pura gracia, ¿por qué mi nacimiento a la eternidad no tendría que ser también pura gracia? Y entrar en el cielo como entré en la tierra: con las manos vacías… ¡Qué bonito sería vivir así, siempre con las manos vacías!4.
Ocho años después completaba esta información preciosa exponiendo las consecuencias en su día a día: vivir permanentemente con las manos vacías, inasequible al desaliento. Ha pedido que esta gracia se les conceda a todos los miembros de su Institución:
No me daba cuenta de lo que pedía… Desde entonces la gracia que yo he recibido es que veo mis manos totalmente vacías. No tengo ningún acto de virtud… Y no sólo no tengo actos de virtud, es que no los quiero. No quiero tener virtudes. Quiero que mi única virtud sea la confianza que nace de la virtud de Él.
A partir de ese momento la gracia mayor para mí ha sido quedar inasequible al desaliento. Por mucha miseria que contemple en mí; ésa sí que es mía… Sentí un gozo grande al pensar que se cumplía lo de mis manos vacías, que entraba en el cielo por pura misericordia, para estar en el último rinconcito…
Y aquello era tan grande para mí, una gracia tan inmensa, que la pedí para toda la institución, y tengo la confianza de que se me concedió5.
Es preciso meditar despacio, todo lo que hay encerrado en estas confidencias de Abelardo, porque no hay duda de que aquel día de su cumpleaños, Jesucristo se dignó elegirle de nuevo para “entrar más adentro en la espesura” (S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual). Reparemos en algunas de sus afirmaciones:
1ª. “Ver mi nada en el momento de nacer… nací yo… por pura gracia tuya.
¿Qué entendió Abelardo en aquel momento de oración? Una verdad aplastante, rotunda, evidente incluso, que se nos olvida con demasiada frecuencia en el día a día. Experimentó en lo más profundo de su corazón, tres cosas: 1ª, que era “nada”; 2ª, que fue escogido por Dios para ser amado (no al revés); 3ª, que ese amor fue y es gratuito y primero que el suyo. Se dejó “primerear”, en lenguaje de nuestro papa Francisco: La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe… brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva6.
2ª. Y deseé morir como nací. Nacer a la vida eterna como a la temporal… Por pura gracia y con las manos vacías…
Cuando la Luz del Espíritu penetra la inteligencia, incendia inmediatamente el corazón y mueve la voluntad a la acción: Es el “deseo”-inscrito tanto en la mística teresiana como en la ignaciana- de agradar a Dios en lo que Él más quiere: en su misericordia.
¿Qué sucedería entonces? Que yo en la eternidad sería pura gloria de Dios. Ninguna de las almas de los santos que estén en el cielo me podría mirar y hacer otra cosa a través de mí que ensalzar la gloria de Dios, porque en mí no hay nada. Y entonces, así, Señor, no te quito nada de gloria, nada en absoluto, ni un ápice, porque toda te corresponde a ti. ¡Qué bonito sería vivir así, siempre con las manos vacías!7.
Se encuentran en estas afirmaciones de Abelardo resonancias de santa Teresa de Lisieux:
A la tarde de esta vida, me presentaré delante de vos con las manos vacías, pues no os pido, Señor, que tengáis en cuenta mis obras… Quiero, por tanto, revestirme de vuestra propia Justicia, y recibir de vuestro amor la posesión eterna de vos mismo. No quiero otro trono y otra corona que a Vos (Ofrenda al Amor misericordioso).
3ª. Desde entonces la gracia que yo he recibido es que veo mis manos totalmente vacías… Quiero que mi única virtud sea la confianza que nace de la virtud de Él… A partir de ese momento la gracia mayor para mí ha sido quedar inasequible al desaliento.
“Inasequible al desaliento”. Una conclusión desconcertante y fuera de toda lógica, porque toda persona humana está hecha a imagen y semejanza de Dios para proyectarse, autoafirmarse al darse… Pero si esa persona se experimenta como “nada”; si se siente inútil, incapaz, vacía, su autoestima se hundirá y concluirá que su vida no tiene sentido. Es el momento en que acecha el suicidio8.
Pero en Abelardo la conclusión es opuesta. Se hace indestructible en su nada, porque tiene la vivencia de que es amado por Dios y no puede dejar de serlo. Se ha hecho niño evangélicamente hablando, como Teresa de Lisieux, a la que, en los últimos días de su vida, su hermana Paulina le preguntó qué significaba para ella permanecer niño ante Dios. Le respondió:
Es reconocer la propia nada y esperarlo todo de Dios, como un niño lo espera todo de su padre; es no preocuparse de nada… Es también no atribuirse a uno mismo las virtudes que se practican, creyéndose capaz de algo, sino reconocer que Dios pone ese tesoro de la virtud en la mano de su hijito para que se sirva de él cuando lo necesite, pero es siempre el tesoro de Dios. Por último, es no desanimarse por las propias faltas, porque los niños caen a menudo, pero son demasiado pequeños para hacerse mucho daño (Últimas conversaciones, 6.8.8).
Vienen a la memoria también las máximas lapidarias de ese ganapierde que propone san Juan de la Cruz a aquellos que buscan a Cristo:
Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada. Para venir a gustarlo todo, no quieras gustar algo en nada. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada (Síntesis de la subida al Monte Carmelo).
4ª. “Y aquello era… una gracia tan inmensa, que la pedí para toda la institución, y tengo la confianza de que se me concedió”.
La gracia recibida por Abelardo se convierte a petición suya en una misión que supera su propia persona. Un legado, una herencia, que el Instituto que él fundó junto con el siervo de Dios P. Tomás Morales custodiará como un tesoro, dando un rostro concreto a la Misericordia. Así lo pedía insistentemente:
Señor, ¡haznos apóstoles de tu misericordia! De tu misericordia, el atributo que más tenemos que predicar. Porque es el que más has puesto en ejercicio. Porque, de todos tus atributos, Señor, es el que más sabe de tu esencia, que eres amor…
Sin revelaciones… Sino que yo sea apóstol de tu misericordia por la fe. Porque estoy viendo tu infinita misericordia para conmigo. Y de ahí nace el predicar a los demás, el ir acercando a los hombres, metidos entre ellos, como uno entre ellos. No sintiéndome redentor, sino sintiéndome miserable9.
* * *
Es preciso terminar esta reflexión. Escribe san Juan de la Cruz con inmensa elegancia y notable veracidad: Acerca de Dios, cuanto más espera el alma, tanto más alcanza, y entonces espera más cuando se desposee más, y cuando se hubiera desposeído perfectamente, quedará con la posesión de Dios en unión divina (Subida al Monte, lib. III, c. 7).
Desde mi torpeza he intentado describir algo muy grande que ocurrió entre Cristo y Abelardo aquel día 17 de febrero de 1981. Dios escuchó su deseo y no se hizo esperar. La catarata de sufrimientos interiores y exteriores que se precipitó sobre él a partir de ese momento, reduciéndole poco a poco a nada, fue inmensa: los sufrimientos físicos provocados por la artrosis de cadera; los sufrimientos morales, por las defecciones dolorosas de miembros cualificados del Instituto; el desamparo y la soledad interior; su progresiva e implacable debilitación neurológica.
Pero Abelardo no dejó de hablar y escribir sobre la misericordia de Dios para con cada uno de nosotros. Con su sensibilidad poética (que era mucha) acertó a hacer de su mensaje canción (a alguna de sus canciones nos referiremos en su momento). Y lo más grandioso, de su experiencia de vida supo hacer también estilo educativo.
(Continuará)
Os brindamos la canción en la que Abelardo nos habló de esta gracia recibida:
Notas
1Entre los que destacaron: C. de Meester, Las manos vacías. El mensaje de Teresa de Lisieux (Monte Carmelo, Burgos 19812); J. Lafrance, Mi vocación es el amor, Ed. Espiritualidad, Madrid 1985), Teresa de Lisieux, guía de almas (Ed. Espiritualidad, Madrid 1997).
2Abelardo de Armas, Retiro noviembre 1981, 5ª meditación (audio inédito).
3 Circular inédita a los cruzados (25.02.1981).
4 Retiro noviembre 1981 (5ª meditación).
5 Audio inédito, 18-VIII-1989.
6 Evangelli gaudium, 24.
7 Ret. cit. Noviembre 1981.
8 Drama de nuestra sociedad occidental, al constituirse en primera causa de muerte no natural en España y segunda de muerte entre nuestros jóvenes entre los 15 y 29 años.
Kobe Bryant, una de las estrellas del baloncesto de todos los tiempos, que ha anunciado recientemente su retiro al final de temporada, ha protagonizado un post en Church Pop con ocasión de la fiesta de la Sagrada Familia, el pasado 27 de diciembre. ¿Por qué?
Muchos no saben que Bryant, nacido en Filadelfia en 1978, creció en una familia católica y que a los seis años su familia se trasladó a una hora de Roma, tanto que aún hoy el campeón de la NBA domina el italiano.
Con 23 años, Bryant se casó con Vanessa Laine, de 19 años, también católica. En 2003 nació su primer hijo.
Ese mismo año, ocurrió algo que dañó su reputación –muchos patrocinadores lo abandonaron por ello-, su matrimonio –su mujer le pidió el divorcio años después- y a él mismo profundamente.
Bryant fue acusado de violar a una muchacha en su habitación de hotel mientras se encontraba en Colorado para una cirugía de rodilla.
El jugador admitió haber mantenido relaciones con la chica y se disculpó públicamente, pero negó la violación.
Sentía mucho miedo a ir a la cárcel. En 2004 un juez archivó las acusaciones por violación, pero la mujer presentó una demanda civil contra Bryant, que se resolvió fuera de los tribunales.
Aunque Bryant y su esposa permanecieron juntos durante algunos años tras las acusaciones, y tuvieron incluso un segundo hijo, en 2011 la mujer le pidió el divorcio.
Pero la historia no termina aquí…
En una entrevista a GQ el pasado febrero, Bryant explicó cómo su fe católica lo ayudó a enfrentar el mal momento provocado por su infidelidad.
“Lo único que me ayudó realmente durante ese proceso –soy católico, crecí como católico, mis hijos son católicos– fue hablar con un sacerdote”, asegura.
“Fue casi divertido. Me miró y me dijo: ‘¿Lo has hecho?’, y yo dije ‘Obviamente no’. Luego preguntó: ‘¿Tienes un buen abogado?’, y dije ‘Sí, es muy bueno’. A lo que él respondió solamente esto: ‘Déjalo ir, sigue adelante. Dios no te dará nada que tú no puedas enfrentar, y ahora todo está en sus manos. Es algo que no puedes controlar, por lo tanto, déjalo estar’. Y ese fue el punto crucial”.
En 2013, Bryant y su mujer anunciaron su reconciliación y haber suspendido la cuestión relacionada con el divorcio.
Es importante recordar queser una sagrada familia no es una abstracción, sino una realidad concreta.
Una sagrada familia no está hecha de ángeles sino de pecadores, cuyo amor por Dios y cuyo amor recíproco no permiten que la muerte provocada por el pecado impida buscar la vida resucitada que deriva del perdón.
Muchas personas han crecido en la fe católica, se han casado con un católico según la Iglesia católica y están buscando permanecer fieles a sus votos y educar a sus hijos como católicos.
Actualmente es difícil lograr hacer todo esto. El pecado y la falta de perdón no hacen más que aumentar la oscuridad que muy a menudo lleva a la muerte de matrimonios y familias.
Bryant y su esposa son evangelizadores católicos que a través del ejemplo de su vida enseñan a otros esposos y a otros padres que viven un momento oscuro y están al borde de la desesperación a percibir la luz en la oscuridad y a aprender de esta experiencia y a nacer nuevamente en Cristo como esposos y padres, según la voluntad de Dios.
Campamento de paz. Tras unos 10 meses de ajetreo y no parar durante el curso el campamento ha sido para mí una estación donde repostar energías y ánimos de nuevo.
Digo “de nuevo” porque este ha sido mi 4º campamento y también el primero de Jefe de Escuadra: un “Don y Tarea”. Don porque me ha servido como impulso para darme a los demás y aprender, y tarea porque he tenido que aprender a educar y ahora puedo asegurar que educar no es fácil.
Este campamento ha sido asimismo un impulso fuerte en mi confianza en Dios, recuerdo que estando en situaciones difíciles la única alternativa que se me ocurría era rezar y encomendárselo al Señor. Lo más impresionante de todo era que Él lo acababa solucionando, a veces con la ayuda de pobres instrumentos humanos.
También fue una ayuda el momento en el que subieron nuestros nombres a la virgencita de Gredos, ese gesto y la renovación del compromiso de militante allí delante de la Virgen fue toda una señal de que, ocurra lo que ocurra, Ella estará cuidándome durante todo el año.
La etapa de Gredos fue todo un reto, personalmente es la etapa que más me gusta, pero físicamente (y eso también va unido) es la más dura para mí. Gredos es una etapa dura por los ascensos y el cansancio, pero es una etapa muy bonita por la belleza de las montañas y la superación que tenemos que llevar a cabo cada uno.
También ha sido un campamento de unidad. Es increíble la capacidad del campamento de, con gente de todos los puntos de España (e incluso Francia y Perú) de Extremadura, de Tenerife, de Boadilla (Madrid) y Murcia, hacer familia y llegar a conocerse desde cero. Poco a poco conociéndonos y aceptando los defectos y virtudes de cada uno, se forja una amistad que dura en el tiempo como ninguna otra, y el campamento es el lugar austero pero ideal donde se hacen esos amigos de verdad.
Campamento junto a María, junto a Jesús. Y es verdad, el campamento enseña a rezar y a tratar personalmente a Jesús, enseña a hacer balance de cada día y a autoeducarse poco a poco para crecer como persona bajo el amparo de la Madre, la Virgen. En este aspecto es en Gredos donde se aprende el “defecto dominante” y cómo mejorarlo. Allí, bajo el cielo estrellado, se descubre el sentido de aquella frase “Se puede ser ateo mirando hacia el suelo, pero no concibo que se puedan alzar los ojos al cielo y afirmar que no existe Dios”. Es la Virgen la que descubres que te hace regalos como una Madre cada día, y te cuida a cada momento.
Campamento de la paz Campamento de unidad Junto a María, junto a Jesús