Categoría: Abelardo

  • ¡Merece la Pena! #Summer Camp’18

    ¡Merece la Pena! #Summer Camp’18

    ¿Qué es el campamento para mí? Impresiones del Campamento 2017.

    Yo lo describiría en una palabra: Felicidad. Voy a ser sincero,  yo llegué aquí nuevo sin tener ni idea de nada y no me apetecía mucho venir. Pero una vez llegas aquí, ves que es un lugar distinto. Todas las asambleas, charlas, juegos, ratos de oración… la verdad que me han ayudado muchísimo. Además de todos valores que día a día nos enseñan para intentar parecernos cada vez más a Cristo.

    Por otro lado, el ambiente que aquí se respira, la compañía de los amigos que haces y la de la Virgen, te incitan a cambiar. Así vuelvo yo a Pamplona, cambiado y renovado; y feliz por todo lo vivido.

    Recordad, el campamento es solo el comienzo para comeros el curso. Esto para mí, acaba de empezar.

    Wico P. (Pamplona)

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    Para mí este Campamento de Santa María de la Montaña es un lugar en el que he aprendido muchas de las cosas que son muy importantes para el día a día como ser diligentes, constantes, cómo tratar a los demás, vencer la pereza, superarme subiendo cumbres y picos, reflexionar sobre uno mismo para conocer mis defectos y arreglarlos, así como mis virtudes y potenciarlas. Además este campamento me he acercado mucho a Dios y nuestra Madre, la virgen María de Gredos, a la que tanto he conseguido amar y que tanto me ha ayudado este campamento.

    También hemos realizado montones de actividades como bañarnos en una laguna, pozas, jugar al fútbol, hacer unas olimpiadas deportivas y lo más importante, subir al Circo de Gredos donde se vive el campamento de forma más intensa y emotiva.

    Juan Pablo D. (Madrid)

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    Este campamento no es un campamento cualquiera, es un campamento para la vida. La principal finalidad del mismo es preparar al joven (a nosotros) para el futuro.

    No importa de dónde vengas, cómo seas… Lo único importante es lo que eres. Este campamento te enseña a que lo más importante para la vida es no ser nada. Porque no siendo nada, consigues triunfar tanto para ti como para Dios.

    «Subir bajando» y «Hágase y Estar» son nuestros lemas. Ganar la santidad perdiendo todo. Así, durante el campamento, se te propone aspirar a la santidad como finalidad de la vida.

    Cada día (2-14 de julio) se propone un valor a cultivar. De esta manera, uno aprende a ser mejor persona. Sólo deseo que más personas tengan la oportunidad de conocer esto. «Madre Hágase, Madre Estar«

    Daniel R. (Madrid)

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  • ¿MILITANTE?

    ¿MILITANTE?

    Se acerca. Se nota. Se siente. Está en el ambiente. El corazón se acelera y el pulso aumenta. Sí, estamos llegando a la fiesta, al día, al 8 de diciembre de 2017. Se acerca la Inmaculada y nosotros vivimos estos días con una expectación creciente en plena campaña.

    Una de las cosas importantes para preparar este día que todos deseamos es hacernos conscientes de todo lo que Ella nos ha dado y, para algunos de nosotros, Ella nos ha regalado la oportunidad de ser Militantes de Santa María, sus hijos. Precisamente por esto os invito a reflexionar sobre qué es un militante.

    Es una pregunta que nos han hecho muchas veces en Milicia. Es una de esas preguntas que se suelen poner al inicio de una asamblea y a la que se dan muchas veces las famosas “respuestas de manual”. Creo que debe de haber un capítulo en el “Manual del Militante” que se llame “Respuestas posibles a preguntas típicas” y, en algún punto, debe venir esta. ¿No es triste?

    Y es que es una pregunta que, si no le damos respuesta clara, corremos el riesgo de convertir el “Por Cristo, por la Virgen, por la Iglesia: ¡más, más y más!” en un mero grito de batalla, en un cántico como el de los fanáticos de un equipo de fútbol, en una exclamación que hace piña pero que no nos conforma, no nos “hace con”, un grito que despelleja la garganta pero que en el fondo no significa más que un recuerdo.

    Tras mucho pensar, me he atrevido, desde mi experiencia, a darle una respuesta. Que me perdonen el P. Morales o Abe si he metido la gamba en algún lado.

    ¿Qué es un militante?

    Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo y los ojos fijos en la Inmaculada.

    Un militante es un militante, parecerá una obviedad, pero no lo es. Un militante no es militante si no forma parte de un grupo, de una familia, de la Milicia. Porque no se puede ser militante sin hermanos militantes, no se puede ser un lobo solitario, un caballero andante sin casa ni hogar donde reposar. No se puede, porque dura dos telediarios, ser militante sin otros a tu lado, humana o espiritualmente. Se nos podrán encargar misiones que debemos recorrer solos, cierto, pero no se nos puede pedir que las llevemos a cabo sin, al menos, la oración de nuestros hermanos cubriéndonos la espalda. Somos familia, nos une el Amor, el Amor de Cristo en la Cruz, que nos dio a su Madre por Madre Nuestra. Y podrán separar kilómetros a un militante del hogar más cercano que no puede ser militante sin ser militante, sin familia. Porque el hogar está donde está la Madre.

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    Un militante es un hombre (que la rama femenina saque su propia definición), un hombre formado en la medida de sus necesidades, un caballero. Es un hombre en el mayor sentido de la palabra, un ser humano que Dios ha creado a su imagen y semejanza. No más que los otros hombres, pero sí uno más de los Hijos de Dios. Es un caballero con las mujeres, exquisito si se lo exige la situación y pilar fuerte si las circunstancias lo requieren. Es un soldado, uno de los pretorianos de Nuestro Señor, la élite de las fuerzas de Santa María en este mundo. Dispuesto a las más duras batallas, aún a sabiendas de que sólo nos las gana. Y que se juega la vida por el honor de su Señor, a un militante no le es indiferente que se calumnie a Cristo delante suya. Un hombre que reconoce la valía de una mujer y la respeta como compañera que Dios le ha dado en este mundo. Un militante es un hombre.

    Un militante es un hombre débil, y lo debe reconocer. Muchas veces se nos sube a la cabeza el “soy militante” y solemos olvidar que el “subir bajando” es núcleo esencial de nuestro carisma. Un militante es de carne y hueso, si se le pincha sangra, como a todo quisqui. Somos débiles, sencillos, torpes, cojos y mancos, no valemos para mucho -para qué nos vamos a engañar-. Y el problema no es que lo seamos, que las circunstancias se imponen muchas veces, sino que debemos reconocer que lo somos, que ya nos cuesta más. Somos hombres que no se ganan la santidad a pulso, que no dan el asalto al Cielo, que no escalan su propio crecimiento. Somos hombres curtidos en la dureza de la roca de Gredos, que enseña que, para que la hierba brote, la roca ha de agrietarse y resquebrajarse por nieves y hielos hasta dejar pasar el agua. Un militante lucha, sí, pero “no se cansa nunca de estar empezando siempre” porque sabe que es débil y que su salvación no se la va a ganar él. Un militante es débil.

    Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo, que no vive a medias tintas, que está enamorado de su Señor. Cada día le dedica un rato, como al mejor amigo, y le cuenta sus penas y alegrías, sus luchas y defectos, sus conquistas y sueños. Descansa en Cristo, en su Señor. Que echa en falta cada día que pasa sin recibir la Eucaristía, que se seca si no le regala el día a su Señor en el ofrecimiento de obras. Un militante hace todo por Amor, con mayúscula, da la vida por Amor al que por Amor le dio su Vida. Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo.

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    Y un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo y los ojos fijos en la Inmaculada. Porque no vive sin su Madre, porque aprende todo de Ella, porque sólo Ella le anima a caminar, sólo Ella es su fe y su esperanza. Porque Ella desde Gredos le enseña a resistir nieves y hielos escondida en la roca del Amor; porque Ella desde el Cielo le enseña, como la Inmaculada, a ser todo y sólo de Dios; porque Ella le enseña, como Madre, a vivir en su vida el plan que Dios ha trazado para cada uno de sus militantes. Le enseña a confiar, aunque parezca que es imposible, a decir “hágase” cuando no entiende nada y sólo ve oscuridad. Le enseña a permanecer, a “estar”, contra viento y marea, cuando todo parece caer. Sólo ante Ella ofrece su vida en los compromisos, sólo ante Ella y su Señor dobla la rodilla, sólo de su mano sube a la santidad bajando, peldaño a peldaño, la escalera de la humildad. Un militante sólo es militante si es de Santa María, y allá donde se le rinda culto a Su Madre un militante es feliz, y allá donde esté le rendirá honor a Su Señora, al orgullo de su pueblo, a la Toda Santa. Un militante tiene los ojos fijos en la Inmaculada y su pureza es modelo y esperanza para su fe.

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    Un militante es un hombre débil que tiene el corazón puesto en Cristo y los ojos fijos en la Inmaculada.

    Quizás me he explayado en exceso, diréis, y razón no os falta, porque esto no se escribe, ni se dice, se vive. Y qué mejor ocasión para vivirlo que estos días, esta preparación constante para la fiesta de nuestra Madre. Que vivamos y preparemos el corazón para el 8 de diciembre y que así, poco a poco, nos acerquemos cada día más a la santidad en medio del mundo y, si Dios quiere, a la eternidad.

     

  • EN GREDOS SE FORJAN LOS HOMBRES…

    EN GREDOS SE FORJAN LOS HOMBRES…

    … labrados en roca’ Cuando Abelardo de Armas (co-fundador de los Cruzados de Santa María) cantaba esta canción al final de los fuegos de campamento a un más de un centenar de muchachos no podía imaginar la extraña actualidad que esa estrofa tendría en nuestros días. La falta de educación en grandes ideales y valores décadas después cambiaría el devenir de la sociedad y concretamente, de los jóvenes.

    Y sin embargo, hoy es más actual que nunca esta propuesta ante una sociedad en el que la lucha por los grandes ideales ha entrado en crisis. Y las cumbres de Gredos vuelven a ser una escuela para que el joven saque todo su potencial, se conozca a si mismo y cultive su personalidad.

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    ‘En Gredos se canta y se ríe en la tempestad’. Hay una fortaleza humana que la vida en la Naturaleza ayuda a cultivar. El tener que hacer frente al clima, no siempre suave, de la alta montaña. El contraste entre el frío en la noche o el calor agobiante en las subidas a las cumbres al mediodía. Las tormentas que te obligan a guarecerte con todos tus compañeros en la tienda de campaña, cantando canciones y riendo juntos, hasta que se pasa el temporal. Todo en la Naturaleza ofrece una aspereza a la que el joven no está acostumbrado, pero que le va haciendo más resistente, más fuerte.

    El reto que supone la montaña, reflejo del reto de crecimiento personal que propone el campamento, marca un talante que saca en el joven lo mejor de sí y le hace crecer. Superar nuestras propias marcas, vencer nuestros miedos, ir más allá de nuestros límites es pieza clave en esa forja de hombres que es el campamento y que no debe olvidar quien educa a los jóvenes.

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    ‘En Gredos la noche ilumina cuajada de estrellas’. Esa fortaleza y espíritu de superación y lucha, se encauza hacia los más altos ideales, al latido ardiente de las estrellas en la noche. El joven tiene energía, una fuerza que no hay que apagarla o suavizarla, sino que hay que darle un ideal para gastarla. ¿Qué puedes hacer en grande con tu vida? ¿Por quién estás dispuesto a entregarla? ¿Qué quiere Dios para ti? Un mundo entero que hay edificar según el corazón de Dios se abre como la misión encomendada por el Padre Creador que ama con ternura a todos sus hijos y no quiere que ninguno se pierda.

    ‘Y la luz de ellas es fe que te guía en la oscuridad’. Ideales por los que merece la pena vivir. Pero que muchas veces se ven oscurecidos por el cansancio, nuestra propia fragilidad o la de los que nos acompañan en el camino. Toda una tercera etapa del campamento educa en la constancia, en la fortaleza del día a día, en esa lucha por mantener la luz en medio de la oscuridad. Si la tenacidad ha sido siempre forja de los grandes hombres, hoy es imprescindible cultivarla como virtud entre nuestros jóvenes.

    ‘En Gredos las aguas son puras y bajan cantando’. Aguas cristalinas, que en su pureza irradian alegría. Reflejo del modelo que se presenta a los jóvenes en el campamento. También ellos han de vivir la pureza, luchar por dominar y ordenar sus pasiones, sentir la alegría del joven que vive ordenadamente su sexualidad. Una de las luchas más costosas para un joven, pero que en el campamento aprende a vivir. El esfuerzo y dominio de su propio cuerpo, la generosa entrega olvidándose de sí mismo, preparan al muchacho para cultivar la virtud de la castidad.

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    ‘Y el alma —imitando- desea vivir la humildad’. Un esfuerzo, un vencimiento, que no hace soberbio al joven. Pues el campamento cultiva también la sencillez, la humildad, el reconocimiento de los propios fallos, mirándolos de cara, sin ocultarlos. En charla personal con el educador cada acampado aprende a abrir su corazón y exponer con franqueza su realidad, para proponerse metas y seguir mejorando. Para levantarse cuando se haya caído. Para subir bajando la cumbre de la santidad. Es esa reciedumbre que hace falta para reconocer tus errores y seguir caminando. Asume y avanza.

    ‘En Gredos las nieves de cumbres hablan de la Virgen’. La mirada se alza a las cumbres, que incluso en el verano aparecen salpicadas con neveros que atraen la mirada. Y que en su limpieza nos están hablando de la Virgen. Ella es el modelo para los jóvenes acampados. Pero más aún, es el gran amor de estos hombres. Por que la verdadera forja del hombre se hace en fuego del amor, del mayor amor de todos. Sin la Virgen, sin el amor a la Madre, no habría militantes, los jóvenes no encontrarían la fuerza para vivir así. Porque no se puede ser militante sin estar locamente enamorado de la Virgen.

    ‘Y todo te grita que Ella es la fuerza que alcanza tu paz’. Ella es la fuerza para el alma, quien nos enseña a vivir también como hombres la ternura y el cariño. A saber expresarlo en los más pequeños detalles. A ser cauce de un verdadero amor. Que, especialmente en los jefes de escuadra y educadores, se traduce en entrega, cuidado, protección, olvido de sí, auténtica paternidad espiritual.

    Quizás sea esta una de las mayores aportaciones en la forja de su personalidad para los jóvenes que asisten al campamento. Sentir la presencia cercana de hombres, auténticos padres del alma, que les educan, es la mejor referencia que les enseñe a ellos a ser también hombres y padres el día de mañana.

    ‘¡Oh, Virgen de Gredos, bendita!’,  desde tu grieta de Gredos, bendice a estos jóvenes, forja en ellos, labrados en roca, los hombres que nuestro mundo y la Iglesia necesitan.

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  • Abelardo de Armas, apóstol de la misericordia (I).

    Abelardo de Armas, apóstol de la misericordia (I).

    En homenaje al hombre que subió bajando

    Por Bienvenido Gazapo (Cruzado de Santa María)

    A lo largo de este año de la Misericordia hemos abordado, siquiera sea de manera incipiente, uno de los aspectos más relevantes de la espiritualidad de Abelardo de Armas, cofundador de los Cruzados de Santa María. Lo haremos en varias entregas.

    En este mes de octubre de este año jubilar 2016 se cumplirán cincuenta años de aquellos días en que un joven quinceañero hacía en tierras cacereñas sus primeros ejercicios espirituales con Abelardo en la que quizá fuera la primera tanda impartida por él. Aquel chaval de entonces —autor de estas líneas hoy— ha tenido la fortuna de seguir muy de cerca, al menos con el deseo, las huellas del que fue y sigue siendo su maestro de vida.

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    1. “SUBIR BAJANDO”

    Es una afirmación con sabor montañero, poética incluso, pero contradictoria. Porque en la montaña se sube subiendo y se baja bajando. No hay otra alternativa posible. Pero en el orden espiritual las cosas son distintas. San Pablo en la carta a los Filipenses habla de que el Verbo encarnado, Jesucristo,semetipsum exinanivit (se vació a sí mismo, se anonadó), por lo cual fue elevado (exaltavit) por el Padre.

    Esta es la espiritualidad de Abelardo, veterano montañero de botas gastadas y muleta de aluminio que, cojeando, con mucho esfuerzo, pero siempre pacífico y sonriente, recorrió cientos de veces los senderos y atajos pedregosos del Circo de Gredos (y de la vida) acompañando a los muchachos del Campamento de Santa María. Llamaba la atención un cojo caminando por la montaña.

    La misericordia se fue convirtiendo en el eje central de su vida de unión con Dios y de su acción apostólica como educador de jóvenes. Supo hacer de ella no sólo un camino hacia Dios sino un estilo de vida y de relación con los demás. Algo que merece la pena conocer y vivir. Vamos a intentar comprender y gustar esta filigrana que Dios fue haciendo en su vida, unas veces a través de mediaciones y otras, irrumpiendo directamente.

    Una primera advertencia que nos puede facilitar claves de interpretación: en Abelardo se produce una síntesis de extremos aparentemente contradictorios pero complementarios. “Subir bajando” fue para él una actitud espiritual deaceptación de sí mismo sin paliativos, es decir, con todas sus contradicciones, pero a la vez fue una actitud permanente de lucha y superación en un estilo de vida fuerte y exigente, por vivir entre jóvenes a los que educó con su vida. Esto es como el filo de una navaja, constituye un punto de equilibrio difícil entre un espiritualismo que negara la eficacia de la acción del hombre y un voluntarismo que la afirmara como excluyente, porque Abelardo no fue un espiritualista sino un luchador, realista, que conoció la grandeza y pequeñez del hombre; tampoco fue un voluntarista, porque supo abandonarse y se dejó hacer por un Dios misericordia, que tiene nombre propio: Jesucristo.

    1. Los fundamentos del edificio

    Se perciben en su trayectoria espiritual tres influencias básicas fundantes (antes de 1980, año en que recibió una gracia especialísima). Intentamos perfilarlos:

    1.1. Tronco ignaciano

    Abelardo se convirtió a Dios en una tanda de Ejercicios espirituales realizada en su juventud (año 1951) con el P. Morales, S. I. El primer fundamento de su espiritualidad consistió, por tanto, en ese “conocimiento interno” de Jesucristo (que es un conocimiento de amor, más que intelectivo), que pretende san Ignacio en todo ejercitante y que nace de la contemplación de un Dios que quiere establecer relaciones íntimas con cada uno de nosotros a través de la persona de Jesucristo.

    Esta llamada resuena insistente en las impresionantes meditaciones de la Segunda Semana los Ejercicios Espirituales, de los que Abelardo se hizo un experto transmisor a los jóvenes (se calcula que dio en su vida alrededor de 215 tandas): el Rey Temporal y Dos banderas.

    Pone Ignacio en boca de Jesucristo, Rey eternal, esta llamada:

    Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo, ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria (EE, 95).

    “¡Venir conmigo! ¡Trabajar conmigo!” ¡Nada sin Él!

    En la meditación de Dos banderas se repite la escena, pero las cosas se concretan más, porque para Ignacio la vida cristiana es una batalla sin cuartel, que no admite términos medios:

    cómo Christo llama y quiere a todos debaxo de su bandera, y Lucifer, al contrario, debaxo de la suya (EE, 137).

    La bandera de Cristo consiste en:

    “Traerlos, primero a summa pobreza spiritual, y si su divina majestad fuere servida y los quisiere elegir, no menos a la pobreza actual; segundo, a deseo de oprobrios y menosprecios, porque destas dos cosas se sigue la humildad” (EE, 146).

    Ignacio invita a la generosidad: “Los que más se querrán afectar… harán oblaciones de mayor estima y mayor momento” (ofrecimientos del máximo valor y de la mayor importancia, diríamos nosotros), pero al descubrir su impotencia, concluye con una pincelada llena de ternura espiritual. Se hace pequeño:

    “Un coloquio a nuestra Señora, porque me alcance gracia de su Hijo y Señor, para que yo sea rescibido debaxo de su bandera, y primero en summa pobreza espiritual, y si su divina majestad fuere servido y me quisiere elegir y rescibir, no menos en la pobreza actual” (EE.147).

    “Me alcance gracia… para que yo sea rescibido… en summa pobreza espiritual… no menos en la pobreza actual”. Estas exhortaciones encendidas de san Ignacio vibraron permanentemente en el corazón de Abelardo: ¡Subir bajando!

    1.2. El retoque moraliano

    El Siervo de Dios P. Tomás Morales, hijo y discípulo entusiasta de san Ignacio, hizo suya esta espiritualidad de los Ejercicios Espirituales (que fueron y son “savia de la Cruzada”, Instituto Secular fundado por él) y grabó a fuego la devoción al Corazón de Cristo en los miembros del mismo. Les escribe:

    Uno de los soldados con una lanza le abrió el costado” (Jn 19, 34). ¿Por qué dice el Evangelio le abrió y no le traspasó?… Para que no te escapes y quedes dentro… Revolotea, si quieres, alrededor de manos y pies, pero anida en el Corazón (San Agustín). Haz allí tu morada (Comentario a la Regla 28).

    Conforme maduraba en santidad, crecía en confianza y no cesaba de invitarnos a ese conocimiento interno de Cristo misericordia:

    Creer en el amor de Dios para conmigo. ¡Qué difícil se nos hace, sobre todo cuando nos vemos llenos de lepra, de miseria!… Y entonces ya creemos que Dios nos desahucia en su amor. ¡Como hemos fallado, como fallamos mucho!…

    Tengo que creer en el amor de Dios para conmigo a pesar de mis miserias y precisamente por mis miserias. ¿Por qué precisamente por mis miserias? Pues porque como Él conoce mi buena voluntad y sabe el buen deseo que tengo de quererle, se apiada mucho más de mí al ver que fallo…

    Hasta que no veamos a Dios así con nosotros, creyendo en el amor de Dios para con nosotros a pesar de todos estos fallos y miserias, nada. Otra vez el mensaje del amor: no me importan vuestros fallos, lo que quiero es confianza. No me importan vuestras miserias, lo que quiero es amor… (Ejercicios Espirituales a los Cruzados, 1972).

    1.3. El Maestro Ávila

    Abelardo asumió plenamente esta tradición ignaciana, transmitida por el padre Morales y fue profundizando en ella, enriqueciéndola con su genio inconfundible desde que se encontró con los escritos de san Juan de Ávila. Ya en el año 1979, glosando al gran doctor de la Iglesia, decía esto a los militantes de Santa María reunidos en convivencias de formación:

    Si no tienes una confianza inmensa, inquebrantable en el Corazón de Jesús, tú no puedes perseverar. El peso de tus miserias te agobia, te aplasta; pero, si tienes los ojos clavados en Él, que te dice Juan de Ávila que está de rodillas por mí… Él, que como abogado para la defensa de la causa, presenta dos recursos infalibles: la oración, que no falla… y el precio de su propia sangre… Esa seguridad que me da a mí este Jesús, que es mi abogado, que es mi defensor… y que es el propio Padre quien me lo envía.

    Dice san Juan de Ávila: el Padre mira al Hijo, y el Hijo mira al Padre. El Hijo mirando obedece; el Padre mirando al Hijo, manda; y en esa obediencia de uno, y en ese amor del otro, está mi salvación. ¡Miraos Padre e Hijo, no dejéis de miraros jamás, porque allí está el fruto de Mi salvación! (Puntos de oración; 14.08.1979).

    Aunque Abelardo en ese verano de 1979 estaba ya muy adelantado en el camino de la confianza, se encontraba solamente en el vestíbulo. Necesitaba todavía un toque especialísimo de Dios para entrar más adentro. Y ese momento llegó, inesperado, pocos meses después, en una gélida mañana de febrero del año 1980, en una pequeña iglesia carmelitana perdida en los encinares del campo abulense.

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    Nota
    1Fueron libros de cabecera para él: Tratado del Amor de Dios (en san Juan de Ávila.Escritos sacerdotales, BAC Minor, Madrid 1969), la recopilación de cartas del santo, titulada Cruz y Resurrección. Cartas sobre Jesucristo (Ed. Narcea, 1973) y las dos ediciones del P. Esaú de Mª. Díaz, tituladas Ya han florecido las granadas (Casals, S.A, 1983) y Vino nuevo (Casals, S.A, 1984)

    Fuente: Revista Estar

     

  • Felicidades Abelardo.

    Felicidades Abe.

    «Si no eres capaz de amar, vete al sagrario, y déjate amar.»

    Abelardo de Armas, pensamientos.

    Abelardo de Armas 19 febrero 78

  • Impresiones de campamento 2012 Dan G.

    Impresiones de campamento 2012 Dan G.

    El Señor siempre nos sorprende. El campamento de este año no podía ser una excepción. Yo pensaba que también este año me tocaría ser jefe de escuadra. Sin embargo, dos meses antes de que empezara me enteré de que me tocaría estar dentro del equipo de dirección. La noticia no me sentó muy bien pues el año anterior salí con muchas ganas de retomar la tarea de jefe para seguir creciendo en todos aquellos aspectos en los que me había visto superado. La preparación del campamento fue un tiempo de incertidumbre por no saber qué me iba a encontrar a partir del día 1 de julio. Lo que he descubierto es una manera distinta de vivir el campamento.

    Haciendo un repaso general de estos quince días tengo la sensación de no haberlos aprovechado al máximo. La tarea de subjefe de campamento, la que al final se me encomendó, no supone el mismo trabajo y tensión que la de jefe de escuadra. Uno vive más relajado, con más tiempo, un poco fuera de la actividad. Es más costoso estar encima de uno mismo para corregir tus fallos. Es como si uno pasara por Gredos sin que Gredos pasara por él. Conociéndome, que tiendo a ver más intensamente mis fallos que mis aciertos, busqué algo bueno de mi nueva función. Así encontré la clave: “Yo no he elegido ser subjefe de campamento. Ser subjefe supone estar en campamento con otro ritmo. He de buscar la manera en que Dios quiere que lo viva.”

    Me parece que esa clave es el servicio. Yo no soy subjefe para crecer yo, para pasármelo bien o para recibir grandes toques del Señor. Yo soy subjefe de campamento para entregarme a los demás, para que otros crezcan, se lo pasen bien y tengan esos toques del Señor. No es que yo no necesite esas tres cosas o que no se den en mi campamento. La cuestión es que yo no vengo para recibir, que ya he recibido mucho, sino para dar. Para olvidarme de mí, para vivir la campaña de la Visitación. Solo viviendo en esa clave, solo si no estoy todo el día pensando en si me está sirviendo para crecer, si estoy a gusto, en si el Señor me habla o no me habla en la oración… Solo viviendo así, haré un buen campamento. El resto, se nos dará  por añadidura. Se trata de cambiar una manera de ver las cosas. Pasar de estar fijándome en qué tal me ha ido a mí para confiar en que si hago lo que tengo que hacer, o al menos me esfuerzo en hacerlo, el Señor cuidará el resto. Es el reto de creer en el amor de Dios. De que por muy mediocre que te parezca tu vida el Señor puede hacer obras grandes con ella. De dejarle a Él hacer tu vida aunque pienses que está mal hecha. Ya no es tan necesario sentir el amor de Dios. Basta con creer en él.

    Vuelvo a mirar al campamento desde esta perspectiva y no  me queda sino aceptar lo que hay. También se lo ofrezco al Señor a pesar de que no lo hallo de mucho de valor. Veo cuantas veces he sido incapaz de salir de mí mismo para dar aquello que verdaderamente necesitaba el campamento. Veo también las veces en que no he querido tener ese pequeño detalle que tenía en mis manos. Y encuentro un motivo para la esperanza. Aunque he hecho muchas cosas mal, he hecho otras muchas que han ayudado a la marcha del campamento. Aunque pudieran haber salido mejor, aunque hubiera podido entregarme más, ahí están. El campamento ha salido adelante. No sé cómo pero he amado. Me queda aprender y seguir mejorando. Tenemos la promesa de que “nada nos separará del amor de Dios”. Poco a poco Dios irá sacando más y más amor de mí. Aunque ahora me parezca imposible de conseguir. Pero sucederá.

    A los jefes de escuadra. Vosotros también estáis descolocados por lo que acabáis de vivir. Quizás os apena el no haber disfrutado de campamento como otras veces. No importa. Vuestra alegría debe ser que habéis amado con el corazón de Cristo, a pesar de vuestros pecados. Habéis hecho lo que tenías que hacer, el resto, ¿qué más da?

    Dan G.

    20 años

  • Impresiones de campamento 2012 Javier B.

    Vivimos rodeados de constante actividad. En un mismo día puedes ir a la universidad a matricularte, a la autoescuela, a la Escuela Oficial de Idiomas y al dentista… Parece una misión imposible, pero el hecho es que el hombre de hoy se está dejando llevar por esta corriente de «activismo desenfrenado», como me gusta llamarlo a mí. Para mí el Campamento de Santa María es una frenada en seco para todo este envoltorio que muchas veces no me deja mostrar lo que soy en realidad y desenvolverme como a mí me gusta.

    Además, como jefe de escuadra, lo que más he buscado este año ha sido que mis escuadristas disfrutaran al máximo de la experiencia que suponen estos quince días, ya que no solo se quedan en intimidad con Dios y consigo mismos, sino que también es la oportunidad perfecta para darse a los demás y poner en práctica todo aquello que se habla en las asambleas y que, a veces, en casa, es muy difícil de llevar a cabo.

    Sin embargo, de este campamento me llevo un mensaje breve y sencillo de entender, aunque profundo y complejo de vivir. He comprendido que si somos nosotros quienes intentamos que el mundo del «activismo desenfrenado» no nos coma, de ser los mejores, de llevarnos los méritos por lo mucho que hemos ayudado a los demás en este campamento, etc.; no estamos dejando a Dios la oportunidad de actuar en nosotros. No se trata de tenerle como un salvavidas para cuando las cosas nos van mal, sino que debemos aceptar que somos pequeños y frágiles y que SOLO DIOS es quien puede darnos la verdadera felicidad y, por tanto, debemos dejarnos hacer por Él.

    De este modo, y como dije en el último fuego de campamento, ya no soy yo quien hace la foto (los que tenéis tuenti conocéis la típica «autofoto» en la que solo sale medio cuerpo y el flashazo de la cámara), sino que es Dios quien me saca en plenitud, aunque ahora salga más pequeño. Porque gracias a eso pueden aparecer también en la foto la Virgen de Gredos, a la que espero ver al año que viene, y los maravillosos y cuantiosos paisajes y amigos que he conocido durante este campamento.

    Javi Bastante

  • Impresiones de campamento 2012 Gabriel C.

    El campamento ha sido una fuente de inspiración, sabiduría y aprendizaje. Gracias a él he madurado como persona y me acerco cada vez más a Dios. Las noches de tertulia de Gredos, charlas… me han servido para pensar y responder a mis preguntas del año pasado. Gracias al campamento hoy soy la persona que soy: un joven con el corazón y el alma rejuvenecido.

    Agradezco a esta gran familia, a Santa María de la Montaña, a Dios y a mi escuadra que me hayan ayudado tanto a mejorar y por eso siempre llevaré en mi corazón una parte de esta gran familia y de Gredos por toda la ayuda recibida.

    Gracias Milicia de Santa María.

    Gabriel de la C.

  • Impresiones de campamento de Ismael R.

    Para mí este campamento ha sido bastante especial. He tenido la suerte de poder hacer los compromisos a los pies de nuestra Madre, la Madre del santuario de Gredos. Esta es mi mayor impresión pues ha sido un golpe muy fuerte a la vez que agradable. Me he quedado impresionado también del buen ambiente, de la alegría de todo el mundo y de la satisfacción que sientes al acabar este campamento. Venía buscando más y lo he encontrado, aunque ahora aspiro a “¡más, más y más!”.

     Ismael R.

    15 años, Burgos