EN GREDOS SE FORJAN LOS HOMBRES…

… labrados en roca’ Cuando Abelardo de Armas (co-fundador de los Cruzados de Santa María) cantaba esta canción al final de los fuegos de campamento a un más de un centenar de muchachos no podía imaginar la extraña actualidad que esa estrofa tendría en nuestros días. La falta de educación en grandes ideales y valores décadas después cambiaría el devenir de la sociedad y concretamente, de los jóvenes.

Y sin embargo, hoy es más actual que nunca esta propuesta ante una sociedad en el que la lucha por los grandes ideales ha entrado en crisis. Y las cumbres de Gredos vuelven a ser una escuela para que el joven saque todo su potencial, se conozca a si mismo y cultive su personalidad.

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‘En Gredos se canta y se ríe en la tempestad’. Hay una fortaleza humana que la vida en la Naturaleza ayuda a cultivar. El tener que hacer frente al clima, no siempre suave, de la alta montaña. El contraste entre el frío en la noche o el calor agobiante en las subidas a las cumbres al mediodía. Las tormentas que te obligan a guarecerte con todos tus compañeros en la tienda de campaña, cantando canciones y riendo juntos, hasta que se pasa el temporal. Todo en la Naturaleza ofrece una aspereza a la que el joven no está acostumbrado, pero que le va haciendo más resistente, más fuerte.

El reto que supone la montaña, reflejo del reto de crecimiento personal que propone el campamento, marca un talante que saca en el joven lo mejor de sí y le hace crecer. Superar nuestras propias marcas, vencer nuestros miedos, ir más allá de nuestros límites es pieza clave en esa forja de hombres que es el campamento y que no debe olvidar quien educa a los jóvenes.

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‘En Gredos la noche ilumina cuajada de estrellas’. Esa fortaleza y espíritu de superación y lucha, se encauza hacia los más altos ideales, al latido ardiente de las estrellas en la noche. El joven tiene energía, una fuerza que no hay que apagarla o suavizarla, sino que hay que darle un ideal para gastarla. ¿Qué puedes hacer en grande con tu vida? ¿Por quién estás dispuesto a entregarla? ¿Qué quiere Dios para ti? Un mundo entero que hay edificar según el corazón de Dios se abre como la misión encomendada por el Padre Creador que ama con ternura a todos sus hijos y no quiere que ninguno se pierda.

‘Y la luz de ellas es fe que te guía en la oscuridad’. Ideales por los que merece la pena vivir. Pero que muchas veces se ven oscurecidos por el cansancio, nuestra propia fragilidad o la de los que nos acompañan en el camino. Toda una tercera etapa del campamento educa en la constancia, en la fortaleza del día a día, en esa lucha por mantener la luz en medio de la oscuridad. Si la tenacidad ha sido siempre forja de los grandes hombres, hoy es imprescindible cultivarla como virtud entre nuestros jóvenes.

‘En Gredos las aguas son puras y bajan cantando’. Aguas cristalinas, que en su pureza irradian alegría. Reflejo del modelo que se presenta a los jóvenes en el campamento. También ellos han de vivir la pureza, luchar por dominar y ordenar sus pasiones, sentir la alegría del joven que vive ordenadamente su sexualidad. Una de las luchas más costosas para un joven, pero que en el campamento aprende a vivir. El esfuerzo y dominio de su propio cuerpo, la generosa entrega olvidándose de sí mismo, preparan al muchacho para cultivar la virtud de la castidad.

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‘Y el alma —imitando- desea vivir la humildad’. Un esfuerzo, un vencimiento, que no hace soberbio al joven. Pues el campamento cultiva también la sencillez, la humildad, el reconocimiento de los propios fallos, mirándolos de cara, sin ocultarlos. En charla personal con el educador cada acampado aprende a abrir su corazón y exponer con franqueza su realidad, para proponerse metas y seguir mejorando. Para levantarse cuando se haya caído. Para subir bajando la cumbre de la santidad. Es esa reciedumbre que hace falta para reconocer tus errores y seguir caminando. Asume y avanza.

‘En Gredos las nieves de cumbres hablan de la Virgen’. La mirada se alza a las cumbres, que incluso en el verano aparecen salpicadas con neveros que atraen la mirada. Y que en su limpieza nos están hablando de la Virgen. Ella es el modelo para los jóvenes acampados. Pero más aún, es el gran amor de estos hombres. Por que la verdadera forja del hombre se hace en fuego del amor, del mayor amor de todos. Sin la Virgen, sin el amor a la Madre, no habría militantes, los jóvenes no encontrarían la fuerza para vivir así. Porque no se puede ser militante sin estar locamente enamorado de la Virgen.

‘Y todo te grita que Ella es la fuerza que alcanza tu paz’. Ella es la fuerza para el alma, quien nos enseña a vivir también como hombres la ternura y el cariño. A saber expresarlo en los más pequeños detalles. A ser cauce de un verdadero amor. Que, especialmente en los jefes de escuadra y educadores, se traduce en entrega, cuidado, protección, olvido de sí, auténtica paternidad espiritual.

Quizás sea esta una de las mayores aportaciones en la forja de su personalidad para los jóvenes que asisten al campamento. Sentir la presencia cercana de hombres, auténticos padres del alma, que les educan, es la mejor referencia que les enseñe a ellos a ser también hombres y padres el día de mañana.

‘¡Oh, Virgen de Gredos, bendita!’,  desde tu grieta de Gredos, bendice a estos jóvenes, forja en ellos, labrados en roca, los hombres que nuestro mundo y la Iglesia necesitan.

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