El tiempo de Dios es el de la Misericordia. El del hombre el de la eficacia, la seguridad y la prisa.
Cuando el hombre se pone en manos de Dios, y abandona sus seguridades, Dios acude siempre al encuentro.
Demos gracias a Dios por poder recomenzar buscándolo sólo a Él. Como una familia, alrededor de la Madre, con la mirada y el corazón puestos en Jesús.
Bienvenidos a todos, a cada uno en particular. Dios nos espera desde hace tanto tiempo…