¡Estar, vivir, contemplar!

Hace algo así como un mes que terminamos nuestras convivencias de Navidad y cualquiera que tenga un poco de sentido común se preguntará: ¿y por qué no publicasteis esto cuando las terminamos el 5 de enero?
Pues muy sencillo, porque los frutos de las cosas importantes no se ven en el momento, hay que esperar un tiempo hasta que sedimente en el corazón y en la cabeza todo lo vivido para poder valorarlo.

¿Y qué es lo que ha sedimentado en nosotros de estas convivencias que tuvimos del 2 al 5 de enero en Becerril de la Sierra y Majadahonda los Alevines, Juveniles, Enseñanzas Medias y Universitarios?
Pues la Navidad. Sí, en estas convivencias Dios niño se ha hecho un hueco en nuestro corazón y ahí ha encontrado la posada que otros le negaban.
¿Y cómo lo ha hecho?
Pues Dios niño se ha quedado con nosotros en los momentos de convivencia, en las famosas «bincas», en los partidos de fútbol, en los juegos y en las risas de las comidas.
También en los ratos de formación, en las charlas que nos daban nuestros educadores, en los ratos de estudio y en las asambleas en las que ponemos en común lo que pensamos y sentimos.

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Y, como no podía ser de otra forma, también en los ratos de oración disfrutados, en las Eucaristías, en las vigilias de Navidad y en el Rosario que rezamos juntos o por parejas.
Pero si hay algún lugar en el que Dios niño se nos ha hecho más cercano y más evidente es en nuestros educadores. Esos señores que están ahí por y para nosotros, que se devanan los sesos pensando en ti y en mí, intentando en apenas tres días ayudarnos a crecer y madurar. Ellos han sido el reflejo de Dios para nosotros esos días, a nuestro lado, cuidándonos y observándonos para ayudarnos a ser los héroes de nuestra propia historia y los señores de nuestra propia vida.
Y es que sin educadores nuestras convivencias no habrían sido posibles, si las hemos disfrutado ha sido gracias a ellos. Ellos, como tú y yo, algún día estuvieron donde estabas tú, fueron alevines, juveniles, medias y universitarios. Y fue en las convivencias donde, entre partidos de fútbol y bincas, aprendieron a ser educados y a educar.
Hoy, desde aquí, les damos las gracias, y les pedimos que, por favor, nos sigan ayudando a seguir creciendo humana y espiritualmente, que ellos tienen la ‘culpa’ de buena parte de lo que somos y de lo que seremos. Y que esta vez, como casi siempre, lo han hecho muy bien.

                                                                                             Samuel G. (19 años). Madrid