Jornadas de Semana Santa.

A casi un mes de distancia, lo importante toma peso específico en la vida.

Se recoge a continuación el testimonio de un militante que participó en las Jornadas de Semana Santa de este año.

Este año, las Jornadas de Semana Santa han tenido lugar en Rozas de Puerto Real, aunque, al menos en mi caso, también han tenido lugar en mi corazón.

Éste ha sido el primer año que he estado en Semana Santa con la Milicia y se nota. Cualquier grupo cristiano es perfecto para pasar estas fechas, mejor que no quedarse con los amigotes por ahí de fiesta en fiesta, mientras uno se pierde la FIESTA de la Resurrección del Señor.

Sin embargo, he de confesar que tenía ganas de conocer las Jornadas de la Milicia, entre otras muchas razones, porque es un sitio ideal para fortalecer amistades y crear y establecer otras nuevas.

Pero vayamos al grano, este año había un “doble objetivo”, puesto que además de vivir la Semana Santa como tal, se nos había encomendado la misión de vivirla conjuntamente con el pueblo donde estábamos. Para ello, los Oficios fueron en la iglesia del pueblo, así como compartimos tiempo en la procesión y el Rosario y la Vigilia del sábado con la gente del pueblo. En concreto, ese mismo día hubo una gymkhana para los niños, fútbol para los jóvenes, y una visita a los ancianos, también jóvenes de espíritu. Por último, durante la tarde del domingo de Resurrección, tuvimos un festival en el que salieron a relucir las mayores capacidades y destrezas de los militantes: canciones, monólogos y actuaciones…, que a todos nos proporcionaron un buen rato de diversión. Mediante todas estas actividades se buscó acercarnos al pueblo y, lo más importante, acercar más a Cristo Resucitado a aquella gente, a la cual no olvidaré nunca.

Como grupo, las diversas asambleas y las comidas, así como las bincas que tuvieron lugar, ayudaron mucho a que los militantes tuviéramos la oportunidad de conocernos más a fondo, o incluso conocer a gente nueva, lo cual no está nada mal de vez en cuando.

Además, uno de los temas centrales fue la organización del último trimestre del curso y la del curso que viene. Para ello, vimos por qué merecía la pena luchar (la respuesta pareció ser “para que el bien reine en este mundo, señor Frodo”), resaltamos el valor de la constancia (que es una virtud que suple muchas otras, pero no se suple con ninguna), ahondamos en el significado y función de la Nueva Evangelización y cómo nosotros podríamos evangelizar en función del tiempo verbal que utilizáramos (evangelizaba, evangelizo/amos, evangelice), y conocimos cómo la Virgen nunca nos abandona a lo largo de nuestra vida, sino que está ahí siempre para acompañarnos, como al Crucificado, hasta el final.

Personalmente, estoy seguro de que Dios transmitió su mensaje a cada uno de los militantes que allí estuvimos, pero también se nos llamó a todos a la responsabilidad que tenemos como militantes y como cristianos, a “hablar descaradamente de Cristo” (Fernando Martín), a traer a los demás hacia Cristo y a despertar al resto de cristianos que están dormidos, como aquellos apóstoles en el Huerto de los Olivos, a quien Dios necesita para cumplir su voluntad y que “venga a nosotros su reino”.

En este sentido,  se nos invitó a ser PARTE ACTIVA de la Milicia y de la Iglesia, ya que somos parte de ellas y les debemos mucho más de lo que nos imaginamos.

Finalmente, se nos invitó a transmitir, propagar, contagiar, difundir… la alegría de la Resurrección a todos los nuestros, familia, amigos, o incluso desconocidos, para que todo el mundo sepa que ¡¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!! por todos y cada uno de los seres humanos del planeta.

Del mismo modo que, aunque al mirar a un crucifijo vemos a un Cristo inmóvil y estático, sabemos que su sangre sigue brotando y derramándose por toda la humanidad, también nosotros debemos hacer que la gente sepa que el alma del cristiano no es estática, sino que la Alegría de la Resurrección y la Vida que brota de ella, hacen de ella, el alma más feliz de la faz de la Tierra.

Javier B., 17 años.

Madrid.