Así quiero titular este artículo, regalos. Regalos del Señor. Porque estos días en Murcia no han sido menos. Me ahorraré presentar el proyecto The City, que ya ha sido presentado en otros artículos anteriores. Sólo diré que tras la expedición zamorana, tocaba Murcia. En esta provincia el Hogar se inauguró hará un año y poco, pero presencia de la Cruzada hay desde septiembre (con Pedro), y en enero (Jaime).
Como los murcianos somos conscientes de que nuestra provincia poco se conoce, sólo su acento y mal hablado español, el sol, la falta de agua y la playa; quisimos mostrar la cara amable de nuestra Región.
El viernes día 31, aprovechando que los madrileños no tenían clase, llegaron al Hogar a las nueve de la noche. Aunque pillaron a algunos militantes en cocina, con las manos en la masa (nunca mejor dicho), pudimos cenar en una media hora después. La recepción fue sencilla y no muy larga, de hecho, ocupo el tiempo necesario mientras se acababan las tareas culinarias. La primera cena fue una maravilla, muchas risas y anécdotas, sobre todo murcianas, donde con garbo e ironía, recordábamos historietas del acento, etc. Después de la cena, vimos dos vídeos, uno nos lo puso un militante murciano, estudiante de filosofía, mofándose del arte contemporáneo, y un segundo sobre un vídeo- presentación de la primera vez que llegamos al Hogar. Después hicimos el balance en la pequeña capilla del hogar, con unos breves puntos de oración, y nos fuimos a dormir, que al día siguiente íbamos a necesitar energía.
El sábado día 1, fuimos a Misa de Santa María en las Carmelitas, que tanto nos quieren y tanto les queremos, que están cerca del Hogar. Mencionar el detalle que tuvieron nuestras monjitas, y es que nos regalaron dos roscones de reyes, que aprovechamos muy bien para el desayuno. Durante el desayuno llegó un militante más de Madrid, y con muchas risas y mordiscos muy ricos, se nos hizo la hora de ir a Cartagena.
Y fue en la ciudad que da nombre a nuestra Diócesis donde me atrevería a decir que mejor estuvimos, por lo menos, donde más “alucinamos”. Tuvimos el honor y la suerte de poder entrar al patrullero de altura Infanta Cristina, donde nos recibió el Segundo de a bordo, y el Comandante primero, y de una manera muy cercana y amigable, nos enseñaron el “barquito”, nos contaron anécdotas de éste, y nos mostraron hasta los mínimos detalles. Además al final, nos despidieron de una manera muy afectuosa, recordándonos que el patrullero, era en gran parte nuestro, y que su trabajo no era más que un servicio a nosotros mismos, lo que nos dejó admirados y muy agradecidos.
Después del apretón del manos, entramos en el Arsenal, donde vimos submarinos, y estuvimos divagando sobre todo lo relacionado con ellos, con ocurrencias muy graciosas, haciendo preguntas a un comandante militar que iba con nosotros sobre los submarinos: ¿no se puede girar el submarino cuando está en el fondo? ¿Cómo respiran los de dentro? ¿Cómo se vive de manera tan agobiada?, y muchos más cómos y cómos…
Justo después nos dirigimos al Monte de las Cenizas, donde antes de empezar a subir, comimos, y con muchas ganas comenzamos la “marchita” (porque no fue más de media hora)… pero lo alucinante no era la montaña en sí, que en Milicia vemos muchas, sino lo que arriba nos esperaba: una antigua batería militar, con dos cañones como de diez metros, de 1920 más o menos, capaces de lanzar misiles a 35km… (inutilizados, claro). Pero no sólo los vimos por fuera, sino que gracias al espíritu intrépido y aventurero de nuestro guía Fernando M., nos metimos por dentro de los cañones, en dos grupos, uno para cada cañón, por toda la estructura giratoria, el almacén de los misiles, los motores, etc., etc.
Tras pringarnos con la grasa del interior, pero todavía maravillados, rezamos el Rosario, con vistas al mar y a la montaña… porque no lo he dicho, pero teníamos unas vistas privilegiadísimas, donde se unía la montaña y el mar, con una mezcla de la hermosura de ambas, acantilados preciosos… y justo para cantar la Salve, la Virgen nos regaló una preciosa puesta de Sol.
Ya de vuelta, todo siguió un ambiente muy distendido, duchándonos a toda prisa, con la presión de que detrás de ti iban otros siete; y, después de la cena, comenzaron a sonar las guitarras, y canciones, donde abundaron acordes, pero también risas…
Destacar el balance de esa noche, en la Virgen de la Fuensanta, ermita de la Patrona murciana, en la montaña, en un precioso mirador con vistas a la ciudad iluminada… Sólo Dios sabe las gracias que se derramarían en esa noche, en los corazones de cada uno de nosotros. Después, en el hogar, nos acostamos rápidamente, para recuperar fuerzas, y meditar el bello día que dejábamos atrás.
El domingo, tras la oración y el desayuno, fuimos a Misa, unos a los Padres Franciscanos, otros las dominicas, porque debido a unas calles cortadas, no todos pudieron llegar a la hora. Después dimos una pequeña vuelta por Murcia, vacilando de ciudad, enseñando pequeños detalles, símbolos del orgullo murciano, como el árbol centenario, la Iglesia de Santo Domingo, el Teatro Romera, y nuestra catedral, mezcla de muchos estilos artísticos, donde impacta especialmente nuestra fachada barroquísima y otros detalles artísticos; además de las muchas anécdotas, historias y leyendas que rodean la catedral.
Tras este paseo, ya en el Hogar, comimos ensalada murciana, salmorejo y una empanada, destacando el postre, paparajotes, típicos murcianos, donde de nuevo imperaba un ambiente cómodo y amigable. Aprovechando la sobremesa, tuvimos la reunión final, donde surgieron grandes sentimientos, y se hacían palpables las bendiciones que Dios derramaba en sus hijos. Tras esto tuvimos la despedida, y cada militante, por cortesía de uno de los padres de un militante, con huerta, se llevó una bolsa de naranjas y limones, colocándose una pequeña parte de Murcia.
Como podéis ver, lectores, fue un fin de semana inolvidable, donde, al estilo Milicia, hubo grandes momentos, y también pequeños detalles, que con disimulo y sutileza llenaban el corazón. Por todo esto damos juntos gracias a la Madre de Dios y Madre nuestra, que nos reúne, y sustenta su Milicia.
Los asistentes fueron, por la sección de “los madriles”: Javier L. y Javier S. (cruzados), Javier C., Berni, Samuel e Ignacio O. Por la parte murciana: Pedro C. y Jaime M. (cruzados), Fernando M., Adrián A., Octavio y su padre Ramón (que nos ayudó en la logística), Álex, Sergio M. (pudo acompañarnos el domingo) y servidor que os escribe, Isaac M.
(Isaac M. L., 18. Estudiante de filosofía en la Universidad de Murcia)