Como muchos sabemos, la Milicia en Murcia está empezando a florecer y nuestro cruzado (Javier L.) convocó una acampada de preparación para nuestro campamento de Santa María de la Montaña.
La acampada se celebró en un parque natural de la vega murciana, El valle de Ricote, gracias a nuestro amigo forestal que nos recomendó y nos guió por el lugar. Allí nos encontramos once chavales, dos padres y un cruzado.
Algunos de nosotros no nos conocíamos, pero eso no duró más de cinco minutos, ya que en la Milicia siempre respiramos un aire de amistad que nos caracteriza.
Empezamos la tarde colocando las mochilas a el área recreativa, la cual iba a ser nuestra casa durante día y medio. Antes de la reunión teníamos planeado jugar un partido de futbol al estilo milicia, pero por la zona nos encontramos con que no había un lugar ni si quiera parecido a una explanada. Entonces, entre la confusión surgió la idea de jugar al voleibol, Y bueno… al final jugamos al volleyfutrugby, una mezcla de rugby, vóley, baloncesto y fútbol, donde modificamos las normal en relación a la “pista de juego”, aderezado con un extra de risas.
Después de hacer deporte y cuando ya estábamos lo suficientemente cansados, Isaac nos dio la primera charla, en la que pidió que los que ya habíamos ido a campamento contáramos nuestras experiencias e impresiones del mismo, y lo que había aportado a nuestra vida.
Ese momento hizo que nos estrujáramos el coco y recordásemos como eran las cosas hace un año entero, cuando paseábamos por las praderas de Ávila y dormíamos bajo un millón de estrellas.
Los que ya habíamos estado en el campamento nos dimos cuenta de que aquel montón de chavales se habían convertido en una gran familia que reía unida y cantaba con una misma voz, y descubrimos que aquel estilo de vida de Gredos con su cansina puntualidad y su eterno deporte se había convertido en nuestro estilo favorito. Una pregunta qué estuvo presente en nuestra mente durante toda la convivencia fue la pregunta que surgió: “Y nosotros… ¿qué podemos hacer para aprovechar esta acampada al máximo?
Después de esta pequeña asamblea de bienvenida cenamos, y por encima de aquella mesa de piedra se intercambiaron historias, chistes, patatas fritas y sandías rodantes.
Tras la magnífica velada llegó el esperado fuego de campamento. En el cual se representaron dos chistes y participamos en un gran concurso de cantos. Aunque a oscuras, so pena por hacer fuego, iluminamos nuestra velada con nuestra alegría y la guitarra mexicana de Lorca.
Nos acostamos con sonrisas y de la misma forma nos levantamos, ya que, a pesar de la cruel noche que nos hicieron pasar los mosquitos, la felicidad del militante corría por nuestras venas. Por la mañana desayunamos de forma “light” y nos unimos con el resto de militantes y cristianos del mundo en la Santa Misa, a la cual fuimos en una capilla de un colegio de monjas. Pronto volvieron a retumbar las risas por el monte cuando almorzábamos antes de la marcha y sin duda, durante esta, también abundaron las bromas y los chistes. En el pequeño ratito de cumbre Isaac nos dio tres pequeños puntos sobre los que reflexionar, relacionados con el evangelio y el salmo del día, es decir, el grano de mostaza y “es bueno dar gracias al Señor”.
Después, llegó la comida y se respiraba un buen ambiente, el espíritu del campamento era cada vez más fuerte en nosotros. Solo hay que decir que en la siesta en vez de descansar la gran mayoría de nosotros nos fuimos a explorar los montes y terminamos escalando un pico desde el cual gritamos con júbilo y ansias de verano, aunque terminamos llegando tarde a la segunda charla en la cual Lorca nos ilumino en las mil y una formas de aprovechar a tope el campamento.
Tras esto nos despedimos y prometimos que este campamento sería especial para cada uno de nosotros.
Fernando M., 15 años. Murcia