Rasgar las apariencias, vivir de fe.

Hoy termina un año, y comienza otro. Regalo gratuito de Dios para con cada uno de nosotros. Un año que debe comenzar con un acto de fe por nuestra parte: ¡Señor, confío en Ti! ¡Sé que lo que me tienes reservado para este nuevo año, es lo mejor para mí!

Echemos la vista atrás, y busquemos el rastro de Dios en nuestras vidas como Iglesia. El año que hoy termina ha sido un momento de Gracia, no cabe duda. ¿Seremos capaces de encontrar a Dios Padre, no sólo en los regalos agradables, sino también en nuestras miserias, caídas, limitaciones? ¿Será capaz la Cruzada – Milicia de dar gracias por su pobreza amada y transformada por el Amor gratuito de Dios?

Los primeros momentos de un encuentro importante, deciden el rumbo del mismo. Por eso, por adelantado, demos gracias a Dios por lo que nos dará, sabiendo que detrás de todo lo aparentemente bueno o malo, está Él, que gobierna el mundo por medio de cosas, acontecimientos, personas. Y Él, es un Padre Misericordioso, que cuida de sus hijos con ternura. ¡Hágase en mí…!

¡Feliz año! ¡Feliz tiempo de Dios!

La fe es un salto en el vacío. Tírate. Y el Padre de los cielos que te dice, yo sí que te veo. Porque eso fue lo que le dijo este padre al niño. Cuando el niño apareció ahí arriba en el balcón decía, pero papá si no te veo.

– Tú tírate, yo sí te veo. Esto basta. Salta en seguida.

Saltó, y se encontró sano y salvo en brazos de su padre.

Dios te salve María, que dé este salto mañana. Venciendo todavía las repugnancias que tengo dentro y que mi soberbia me pone una cantidad de muros tremendos para saltar. Tú, Madre, no veías ni comprendías nada. Pero Dios te invita a dar un salto en el vacío.

Y lo das. Y dándolo eres causa de salvación para Ti y para todo el género humano. Y por lo tanto para mí también. Y para tu Cruzada – Milicia.

Ahora la Virgen va a andar siempre en tinieblas, sin saber nada, sin ver, pero dice sí a todo. El que se decide a vivir de amor y fe, a vivir la aventura de la fe, se mete en un mundo en que ya no va a entender nada de lo que le sucede en la vida, porque Dios escribe con unos rasgos enteramente distintos de los que creía que iba a escribir.

Empieza la aventura de la fe. María rasga las apariencias. Rasgar las apariencias de las cosas. Su fe es como el radar, divisa objetos envueltos en la noche, perdidos en la niebla.

(P. Morales, S.J.)