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  • Abelardo de Armas, apóstol de la misericordia (I).

    Abelardo de Armas, apóstol de la misericordia (I).

    En homenaje al hombre que subió bajando

    Por Bienvenido Gazapo (Cruzado de Santa María)

    A lo largo de este año de la Misericordia hemos abordado, siquiera sea de manera incipiente, uno de los aspectos más relevantes de la espiritualidad de Abelardo de Armas, cofundador de los Cruzados de Santa María. Lo haremos en varias entregas.

    En este mes de octubre de este año jubilar 2016 se cumplirán cincuenta años de aquellos días en que un joven quinceañero hacía en tierras cacereñas sus primeros ejercicios espirituales con Abelardo en la que quizá fuera la primera tanda impartida por él. Aquel chaval de entonces —autor de estas líneas hoy— ha tenido la fortuna de seguir muy de cerca, al menos con el deseo, las huellas del que fue y sigue siendo su maestro de vida.

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    1. “SUBIR BAJANDO”

    Es una afirmación con sabor montañero, poética incluso, pero contradictoria. Porque en la montaña se sube subiendo y se baja bajando. No hay otra alternativa posible. Pero en el orden espiritual las cosas son distintas. San Pablo en la carta a los Filipenses habla de que el Verbo encarnado, Jesucristo,semetipsum exinanivit (se vació a sí mismo, se anonadó), por lo cual fue elevado (exaltavit) por el Padre.

    Esta es la espiritualidad de Abelardo, veterano montañero de botas gastadas y muleta de aluminio que, cojeando, con mucho esfuerzo, pero siempre pacífico y sonriente, recorrió cientos de veces los senderos y atajos pedregosos del Circo de Gredos (y de la vida) acompañando a los muchachos del Campamento de Santa María. Llamaba la atención un cojo caminando por la montaña.

    La misericordia se fue convirtiendo en el eje central de su vida de unión con Dios y de su acción apostólica como educador de jóvenes. Supo hacer de ella no sólo un camino hacia Dios sino un estilo de vida y de relación con los demás. Algo que merece la pena conocer y vivir. Vamos a intentar comprender y gustar esta filigrana que Dios fue haciendo en su vida, unas veces a través de mediaciones y otras, irrumpiendo directamente.

    Una primera advertencia que nos puede facilitar claves de interpretación: en Abelardo se produce una síntesis de extremos aparentemente contradictorios pero complementarios. “Subir bajando” fue para él una actitud espiritual deaceptación de sí mismo sin paliativos, es decir, con todas sus contradicciones, pero a la vez fue una actitud permanente de lucha y superación en un estilo de vida fuerte y exigente, por vivir entre jóvenes a los que educó con su vida. Esto es como el filo de una navaja, constituye un punto de equilibrio difícil entre un espiritualismo que negara la eficacia de la acción del hombre y un voluntarismo que la afirmara como excluyente, porque Abelardo no fue un espiritualista sino un luchador, realista, que conoció la grandeza y pequeñez del hombre; tampoco fue un voluntarista, porque supo abandonarse y se dejó hacer por un Dios misericordia, que tiene nombre propio: Jesucristo.

    1. Los fundamentos del edificio

    Se perciben en su trayectoria espiritual tres influencias básicas fundantes (antes de 1980, año en que recibió una gracia especialísima). Intentamos perfilarlos:

    1.1. Tronco ignaciano

    Abelardo se convirtió a Dios en una tanda de Ejercicios espirituales realizada en su juventud (año 1951) con el P. Morales, S. I. El primer fundamento de su espiritualidad consistió, por tanto, en ese “conocimiento interno” de Jesucristo (que es un conocimiento de amor, más que intelectivo), que pretende san Ignacio en todo ejercitante y que nace de la contemplación de un Dios que quiere establecer relaciones íntimas con cada uno de nosotros a través de la persona de Jesucristo.

    Esta llamada resuena insistente en las impresionantes meditaciones de la Segunda Semana los Ejercicios Espirituales, de los que Abelardo se hizo un experto transmisor a los jóvenes (se calcula que dio en su vida alrededor de 215 tandas): el Rey Temporal y Dos banderas.

    Pone Ignacio en boca de Jesucristo, Rey eternal, esta llamada:

    Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo, ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria (EE, 95).

    “¡Venir conmigo! ¡Trabajar conmigo!” ¡Nada sin Él!

    En la meditación de Dos banderas se repite la escena, pero las cosas se concretan más, porque para Ignacio la vida cristiana es una batalla sin cuartel, que no admite términos medios:

    cómo Christo llama y quiere a todos debaxo de su bandera, y Lucifer, al contrario, debaxo de la suya (EE, 137).

    La bandera de Cristo consiste en:

    “Traerlos, primero a summa pobreza spiritual, y si su divina majestad fuere servida y los quisiere elegir, no menos a la pobreza actual; segundo, a deseo de oprobrios y menosprecios, porque destas dos cosas se sigue la humildad” (EE, 146).

    Ignacio invita a la generosidad: “Los que más se querrán afectar… harán oblaciones de mayor estima y mayor momento” (ofrecimientos del máximo valor y de la mayor importancia, diríamos nosotros), pero al descubrir su impotencia, concluye con una pincelada llena de ternura espiritual. Se hace pequeño:

    “Un coloquio a nuestra Señora, porque me alcance gracia de su Hijo y Señor, para que yo sea rescibido debaxo de su bandera, y primero en summa pobreza espiritual, y si su divina majestad fuere servido y me quisiere elegir y rescibir, no menos en la pobreza actual” (EE.147).

    “Me alcance gracia… para que yo sea rescibido… en summa pobreza espiritual… no menos en la pobreza actual”. Estas exhortaciones encendidas de san Ignacio vibraron permanentemente en el corazón de Abelardo: ¡Subir bajando!

    1.2. El retoque moraliano

    El Siervo de Dios P. Tomás Morales, hijo y discípulo entusiasta de san Ignacio, hizo suya esta espiritualidad de los Ejercicios Espirituales (que fueron y son “savia de la Cruzada”, Instituto Secular fundado por él) y grabó a fuego la devoción al Corazón de Cristo en los miembros del mismo. Les escribe:

    Uno de los soldados con una lanza le abrió el costado” (Jn 19, 34). ¿Por qué dice el Evangelio le abrió y no le traspasó?… Para que no te escapes y quedes dentro… Revolotea, si quieres, alrededor de manos y pies, pero anida en el Corazón (San Agustín). Haz allí tu morada (Comentario a la Regla 28).

    Conforme maduraba en santidad, crecía en confianza y no cesaba de invitarnos a ese conocimiento interno de Cristo misericordia:

    Creer en el amor de Dios para conmigo. ¡Qué difícil se nos hace, sobre todo cuando nos vemos llenos de lepra, de miseria!… Y entonces ya creemos que Dios nos desahucia en su amor. ¡Como hemos fallado, como fallamos mucho!…

    Tengo que creer en el amor de Dios para conmigo a pesar de mis miserias y precisamente por mis miserias. ¿Por qué precisamente por mis miserias? Pues porque como Él conoce mi buena voluntad y sabe el buen deseo que tengo de quererle, se apiada mucho más de mí al ver que fallo…

    Hasta que no veamos a Dios así con nosotros, creyendo en el amor de Dios para con nosotros a pesar de todos estos fallos y miserias, nada. Otra vez el mensaje del amor: no me importan vuestros fallos, lo que quiero es confianza. No me importan vuestras miserias, lo que quiero es amor… (Ejercicios Espirituales a los Cruzados, 1972).

    1.3. El Maestro Ávila

    Abelardo asumió plenamente esta tradición ignaciana, transmitida por el padre Morales y fue profundizando en ella, enriqueciéndola con su genio inconfundible desde que se encontró con los escritos de san Juan de Ávila. Ya en el año 1979, glosando al gran doctor de la Iglesia, decía esto a los militantes de Santa María reunidos en convivencias de formación:

    Si no tienes una confianza inmensa, inquebrantable en el Corazón de Jesús, tú no puedes perseverar. El peso de tus miserias te agobia, te aplasta; pero, si tienes los ojos clavados en Él, que te dice Juan de Ávila que está de rodillas por mí… Él, que como abogado para la defensa de la causa, presenta dos recursos infalibles: la oración, que no falla… y el precio de su propia sangre… Esa seguridad que me da a mí este Jesús, que es mi abogado, que es mi defensor… y que es el propio Padre quien me lo envía.

    Dice san Juan de Ávila: el Padre mira al Hijo, y el Hijo mira al Padre. El Hijo mirando obedece; el Padre mirando al Hijo, manda; y en esa obediencia de uno, y en ese amor del otro, está mi salvación. ¡Miraos Padre e Hijo, no dejéis de miraros jamás, porque allí está el fruto de Mi salvación! (Puntos de oración; 14.08.1979).

    Aunque Abelardo en ese verano de 1979 estaba ya muy adelantado en el camino de la confianza, se encontraba solamente en el vestíbulo. Necesitaba todavía un toque especialísimo de Dios para entrar más adentro. Y ese momento llegó, inesperado, pocos meses después, en una gélida mañana de febrero del año 1980, en una pequeña iglesia carmelitana perdida en los encinares del campo abulense.

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    Nota
    1Fueron libros de cabecera para él: Tratado del Amor de Dios (en san Juan de Ávila.Escritos sacerdotales, BAC Minor, Madrid 1969), la recopilación de cartas del santo, titulada Cruz y Resurrección. Cartas sobre Jesucristo (Ed. Narcea, 1973) y las dos ediciones del P. Esaú de Mª. Díaz, tituladas Ya han florecido las granadas (Casals, S.A, 1983) y Vino nuevo (Casals, S.A, 1984)

    Fuente: Revista Estar

     

  • Sé original.

    Sé original¿Hay algo más original que ser joven, y ser cristiano?
    Muchos se empeñan en disfrazar el cristianismo de arcano, de moda pasada…, y sin embargo, NUESTRO DIOS es maravilloso, NUESTRO DIOS es siempre bondadoso…

    Militantes de Santa María, viviendo en medio del mundo, sin ser del mundo, transformando lo salvaje en humano, y lo humano en divino… Nada de lo humano le es ajeno, todo cobra una nueva Luz cuando la propia mirada ha sido transformada por el Amor de Cristo.

    Música: dawidhs.org

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  • La Fe de María.

    «Será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor le dará el trono de David, su padre. Reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin». (Lc 1, 32-33)

    Virgen María llorandoImagínate la situación. María destrozada en el suelo, con la cara oculta por la lluvia y las lágrimas, al pie de la cruz. Sobre Ella, el cuerpo de Jesús inmóvil, pálido, frío…

    Tras años de felicidad, así termina todo. Clavado a dos palos de madera, sufriendo en silencio la muerte y el desprecio causados por la ignorancia y la arrogancia de los hombres… Esto representa el final, pero entre tantos lamentos, María recuerda el origen.

    Recuerda al ángel, y sus palabras. Recuerda perfectamente el momento en el que Gabriel le dijo que su Hijo se convertiría en el Rey de todos los hombres. En un Rey sabio y justo, cuyo reinado duraría para siempre.

    Pero ahora, al alzar los ojos, lo único que ve es una corona de espinas, un trono de madera ensangrentado y un título tomado a broma: «Jesús Nazareno Rey de los Judíos». No hay cantos de alabanza, sino burlas y atrevimientos. No lo entiende…

    Está destrozada, y no es para menos. Su Hijo, Aquél que nos traería la salvación, ha muerto. Y María no entiende por qué. ¿Así ha de terminar la estirpe de David? ¿Estamos condenados al caos de un reinado sin rey? ¿Acaso sólo nos queda dolor y desesperación?

    No. Y María lo sabe.

    Su cuerpo pierde las fuerzas, su alma se derrumba y su corazón se ahoga en un mar de lágrimas. Pero sigue adelante. No se rinde, no abandona. Continúa su camino, su misión. No entiende el por qué de la situación, pero sigue levantándose. Si no entiende nada, ¿qué es lo que le hace seguir? ¿De dónde saca sus fuerzas?

    Dios siempre escucha

    De la fe, de la seguridad de saber que Dios siempre cumple. Siempre. Es cierto que no entiende la situación, pero cuando aceptó los deseos de Dios 33 años antes, tampoco lo entendía. ¿Por qué Alguien tan humilde debía de llevar a cabo una misión tan importante?

    Gracias a su fe, con el tiempo recobrará la felicidad que perdió en el camino. Descubrirá el significado de todo, y la paz volverá a su corazón. Lo hará gracias a Jesús, un Rey muy especial, igual que su Padre.

    Un Rey sabio, humilde y bueno, pero sobre todo constante, perseverante.

    Un Rey que SIEMPRE escucha. SIEMPRE responde. SIEMPRE ayuda. SIEMPRE, pero a su ritmo.

    Él dispone de toda una eternidad.

    Normal que se tome las cosas con calma.

    (G., 18 años. Burgos)

  • ¡Mirad a María!

    «Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz a un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande» (Lc 1, 31-32)

    María embarazadaImagínate a María, la Virgen. ¿Qué imagen tienes en mente? Seguro que estás pensando en una estatua que viste en una iglesia. Quizás una imagen de alguna estampita, o es posible que alguna foto de un cuadro famoso en el que se retrate a la Sagrada Familia. Si te fijas cuando vayas de vacaciones, te darás cuenta de que está en prácticamente todos los lugares: iglesias, tiendas de recuerdos, casas particulares, balcones, museos… Muchos desearían que su imagen estuviera extendida por todo el mundo, tal y como sucede con la Virgen. Sin embargo, la fama se va tan rápido como viene. ¿Cómo es posible que tras más de 2000 años, aún sea tan famosa? Por algo tan simple como el amor.

    Las personas solemos tomar ejemplo de aquellos que nos rodean, buscando un modelo a seguir. Unos buscan esta clase de apoyo en su familia, otros entre sus amigos y algunos tratan de imitar a personajes famosos. ¿Por qué no aspirar a ser como María? Famosa Amiga y Madre de sobra conocida. Desde luego, marcarla como objetivo de nuestra vida es cuanto menos conveniente: Madre feliz y libre, llena de Amor.

    Uno de los mayores regalos de Dios es nuestra libertad, sobre todo en un mundo en el que somos esclavos de tantos falsos dioses. Dios SIEMPRE nos da alternativa, lo que no quita que nos ande buscando, llamándonos. Esto se observa en María. Dios tenía un plan para Ella, un plan perfecto, ya que había sido ideado por Aquél que todo lo sabe. Y a pesar de eso, no lo pone en marcha hasta que cuenta con el humilde consentimiento de María, quien exclama: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

    María ha tomado una decisión importantísima gracias a su total libertad, y sin embargo se reconoce esclava. La clave de esta paradoja es el amor.

    Todos queremos ser libres, pero el mundo se nos queda grande. Podemos creernos el centro de la existencia, mas siempre surgirán problemas que no podremos afrontar.

    Nuestra ignorancia se vuelve contra nosotros, y nos convierte en sus esclavos. La llave de nuestra liberación es el reconocernos limitados, necesitados de ayuda. Siendo humildes se abren pequeñas puertas ocultas para aquellos cegados por su orgullo. Seremos libres cuando al sentirnos amados por toda la eternidad, nos fiemos de Aquél que dispone de un plan para nosotros. Cuando confiemos en el Amor, no en el valor, para confiar de verdad, de corazón.

    María confió, y gracias a su fe trajo al mundo paz, felicidad, amor y libertad. Dio a luz a nuestra Salvación.

    paisajes-de-solArrojemos nosotros luz sobre un mundo sumido en la oscuridad, para que la tranquilidad que se siente al ser amado incondicionalmente, dé lugar a una nueva salvación.

    A nuestra salvación. A la de todos.

    A la de los hijos de María Madre.

    (G., 18 años. Burgos)

  • Una voz interior habla…, y guía por el camino de la vida: es Dios.

    Una voz interior habla…, y guía por el camino de la vida: es Dios.

    Anunciación de María«Al sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. El nombre de la Virgen era María» Lc 1, 26-27

    Si hubieras preguntado a sus vecinos sobre María, te habrían dicho que era una mujer normal, que llevaba una vida normal en Nazaret, un pueblo normal. María era una persona normal, y sin embargo, para Dios era más que eso. Para Él, era María, una persona única e irreemplazable. Alguien con nombre propio. Y como Dios tenía un camino único y exclusivo diseñado para ella, le mandó a Gabriel comunicarle sus planes, para ver qué opinaba ella. A María esto le pilló por sorpresa: Dios le presentaba un camino por el que nadie había pasado nunca, un camino lleno de dificultades y temores… ¿Y qué hizo ella? Lo mejor que podía haber hecho: confiar en Dios, el único que conoce el verdadero final del camino, el único que muestra senderos que conducen a la auténtica felicidad.

    Seguro que eres una persona normal, con una vida normal en un lugar de lo más normal. Seguro que tienes problemas, muchos o pocos, que siempre te hacen sufrir. Seguro que tratas de orientarte en la vida, buscando el camino que te aliviará ese dolor. Es más, seguro que de entre todos los caminos, hay uno que te parece demasiado complicado en comparación con los demás.

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    Te propongo que te pongas a escuchar, porque con suerte oirás una voz al final del camino. Una voz cálida y segura que te llama por tu nombre. Una voz propia de Alguien, para el que eres único e irreemplazable.

    En ese momento tendrás que elegir entre adentrarte a lo inexplorado en busca de esa cálida Voz, o escoger un camino más fácil pero incierto…

    Créeme, fíate del Dueño de la voz.

    SEGURO que serás feliz.

    (G., 18 años. Burgos)

  • No basta con declararse cristiano para ser cristiano…

    No basta con declararse cristiano para ser cristiano, ni buscar simplemente cumplir las obras del bien. Sino que hace falta conformarse hacia Jesús, con un lento y progresivo compromiso de transformación del propio ser, a imagen del Señor, para que por la gracia divina, cada miembro del Cuerpo de Él que es la Iglesia, muestre la necesaria semejanza con la Cabeza, Cristo Señor.

    (Benedicto XVI)