La Milicia de Santa María no es un grupito juvenil de sábado por la tarde. Es mucho más…
Es una parte de la Iglesia, una inspiración del Espíritu, que nace en un determinado momento de la historia de la Redención, para hacer llegar un mensaje, una forma de vida para el joven de hoy, para el hombre de mañana.
¿Cuál es la aportación que la Milicia de Santa María puede hacer al mundo de hoy? La respuesta es rotunda: Bautizados conscientes de la dignidad a la que han sido llamados, entregados a la misión regeneradora del hombre de nuestros días desde el Amor regenarador de Cristo para con cada persona.
Un gigante dormido es el laicado a menudo. Dos fuerzas contrapuestas le rompen y desgastan en su interior: los agobios y llamadas del mundo, y la apremiante llamada a la intimidad con Dios. ¿Cómo vivir en el mundo sin ser de él? ¿Cómo ser levadura en la masa, sin convertirse en masa amorfa? El joven de hoy, como el de siempre, camina sobre una arista que separa dos caídas: paganismo y clericalismo. Una filigrana entusiasmante que sólo se puede vivir integrando estas dos realidades: Dios y hombre. Todo lo humano ha sido asumido por Dios convirtiéndolo en divino, y todo en la vida del laico (trato con los demás, profesión y estudio, contratos e impuestos, familia, palabra dada, compromiso social, cuidado de la familia, …) merece ser vivido desde esa profundidad de lo eterno.
Y esta espiritualidad, cuando se conoce y se vive, se convierte en un estilo de vida. ¿Está el mundo y la Iglesia de hoy de algo más necesitado que de esta toma de conciencia del bautizado? El Padre Morales lo tiene muy claro:
«La raíz más profunda de la crisis que atraviesa el mundo, de la inseguridad qe nos amenaza en todo momento y nos asedia por todas las partes, hay que buscarla en esa deserción de los bautizados que, en medio del mundo, dejan de ser fermento para ser amorfa».
(P. Morales, S.J., Hora de los Laicos)
Palabras que parecen escritas en nuestros días, porque el mensaje del Evangelio siempre será actual, pues va al corazón del hombre, dando orientación y respuesta a las preguntas de fondo que le ahogan en un mundo que camina de espaldas a Dios.
Alégrate joven militante de Santa María, porque Dios ha estado grande contigo al llamarte a las filas de la Milicia. En tus manos está el futuro de la Milicia, de la Iglesia, de España, de Europa, del mundo… ¡Permanece! ¡No desertes de tu puesto! ¡Sé lo que debes ser!