El cristiano no debe tener miedo a la Verdad. Debe buscarla con pasión, entregando largas horas de estudio, reflexión, oración, a llegar al fondo de las cuestiones de su propia vida, del mundo en que vive. Una palabra que brota del silencio del corazón, es la síntesis de años, quizá.
Y hoy, quizá como nunca, el mundo, personas concretas, esperan esa palabra para iluminar de nuevo su camino, quizá, después de años de pérdida…
Audacia militante que al estilo de la Virgen, transforma el mundo en silencio, diciendo Hágase – Estar a Dios Padre, ejerciendo la diaconía de la Verdad acerca del hombre, ayudándole a volver a su Inicio, guiándole a su Fin: Cristo.
«La experiencia del científico como ser humano es, por tanto, percibir una constante, una ley, un Logos que él no ha creado, sino que ha observado: en efecto, nos lleva a admitir la existencia de una Razón omnipotente, que es diferente respecto a la del hombre y que sostiene el mundo. Éste es el punto de encuentro entre las ciencias naturales y la fe.
Por consiguiente, la ciencia se convierte en un lugar de diálogo, un encuentro entre el hombre y la naturaleza y, potencialmente, también entre el hombre y su Creador».
(Benedicto XVI, 21 noviembre 2010)