Por Pablo S. (23 años. Madrid)
Por todos es sabido que la práctica de deporte y actividad física tiene innumerables beneficios sobre la persona que lo practica: desarrolla la musculatura, fortalece los huesos, mejora todo el sistema cardiovascular, mejora las capacidades cognitivas, reduce el riego de múltiples enfermedades, libera endorfinas que ayudan a la mejora del estado de ánimo previniendo depresiones y demencia, y así numerosos estudios van confirmando que el ser humano está diseñado para el movimiento.
Podríamos describir otros tantos beneficios a nivel psicológico o a nivel social, pero el tema que nos concierne es el de la educación. ¿Es el deporte un buen instrumento para la transmisión de valores?
El deporte está inmerso en el mundo educativo, en la educación obligatoria y en las actividades extraescolares para los niños y en múltiples ofertas para jóvenes, adultos y ancianos, por lo tanto, como actividad educativa, transmite unos valores.
Es bastante habitual que esta transmisión de valores quede en el olvido, especialmente en entrenadores de clubes juveniles, y en este olvido de transmitir valores es donde los valores de los medios de comunicación, afición, sociedad… se transmiten a los niños. El deporte pasa a ser una actividad exclusiva, para los más cualificados, donde no importa pasar por encima de valores, normas y personas para lograr el éxito. Vemos multitud de ejemplos hoy en día en el deporte profesional.
Por otro lado, si la formación de la persona pasa a ser lo primordial en esta práctica deportiva, encontramos en el deporte un instrumento ideal para ayudar a crecer de forma integral a cada deportista.
Varias razones me hacen pensar esto. En primer lugar, destaco el carácter lúdico y atractivo que facilita que la persona se acerque a la práctica con una predisposición positiva. En segundo lugar, el deporte tiene un carácter vivencial, y facilita las relaciones interpersonales, lo cual pone en juego afectos, emociones y sentimientos con más facilidad que otras disciplinas. La educación en valores no debe solo afectar a un aspecto reflexivo (no vale sólo con grandes reflexiones y discursos) sino también a un aspecto conductual y afectivo y considero que el deporte es un ámbito privilegiado para desarrollar estos tres aspectos. En tercer lugar, para mí el más diferenciador con el resto de disciplinas, es que el deporte da lugar a numerosas situaciones de conflicto y consecuencias morales producidas por la competición; si se trabaja bien, el deporte da la posibilidad de vivir situaciones críticas en un entorno controlado, lo que favorece el autoconocimiento y da la posibilidad de educar moralmente.
La transmisión de valores en el deporte no es algo bueno o malo, depende del responsable de la actividad y cómo utilice el instrumento; lo que está claro es que el deporte tiene una potencialidad enorme, capaz de construir y de destruir.
El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas… Tiene más capacidad que los gobiernos de derribar barreras raciales (Nelson Mandela).
Para más información: @EDeporteValores
Artículo publicado en la Revista Estar