Ejercicios Espirituales, una historia de amistad.

Se acerca el momento que Dios ha preparado desde siempre, para que jóvenes concretos conozcan su Amor.

Se acerca el momento que cada militante entiende, como tiempo de Dios, tiempo y lugar de paso de Dios por él o por sus amigos. Por eso, desde cada cristiandad, desde cada hogar de la Milicia de Santa María, se encomienda, ofrece renuncias personales y trabaja por la siguiente tanda de Ejercicios Espirituales, sabiendo que Dios espera a jóvenes con nombres y apellidos en esos días de Gracia.

Conocerse a uno mismo.

Conócete a ti mismo, pues no te puedes conocer a ti mismo si no tienes un silencio completo. Si no te decides a esto, te pierdes en el anonimato de la masa. Y la mayoría de los hombres hoy son masa. Sólo en el silencio, en el vacío de ruido, en la calma armoniosa del hombre consigo mismo, brota la llama del genio, del artista, del santo y, sobre todo, la vida divina empieza a florecer en el alma, porque lo grande del hombre es lo de dentro.

Pero además de este encuentro contigo mismo, que te proporciona el silencio, te hace encontrarte con los demás sin necesidad de hablar nada, porque al llenarte tú de Dios, enseguida empiezas a rebosarlo. En las muchas palabras se descubre la necedad, dice Dios en el libro del Eclesiástico: en las muchas palabras se descubre la necedad. Se habla mucho, y eso es porque hay muy poco dentro.  

La gente no entiende…

Y sobre todo, en el silencio, está el encuentro delicioso con Dios. Esto es lo que no comprende la gente por ahí fuera. ¿Sabes por qué? Porque no saben de esto casi nada.

  • Creen que el silencio es un vacío, cuando es plenitud, por ser encuentro con Dios. 
  • Creen que el silencio es muerte, cuando es Resurrección y Vida. 
  • Creen que el silencio es soledad y no se dan cuenta de que es compañía íntima. 

La oración.

Por eso, santa Teresa, cuando define qué es oración dice ella, define ella la oración, «tratar de amistad, estando a solas con quien sabemos que nos ama».

Tratar de amistad, de amigo a amigo. Estando a solas, porque dos amigos, cuando quieren estar compenetrados, se quedan solos. Tratar de amistad estando a solas con quien sabemos que nos ama.

Pero este estar a solas, es tan costoso para la naturaleza. Por otra parte, tenemos dentro tantos hábitos inveterados, tantos años en que nos hemos dejado llevar de la curiosidad unas veces, del sentimentalismo otras, de la imaginación las más, de la pereza casi siempre; que nos encontramos tarados para conquistar esta libre soledad interior, que decía el poeta Rilke a sus discípulos: ante todo tenéis que conquistar vuestra libre soledad interior.

El desierto.

Silencio, soledad, amor. ¿Por qué? ¿Por qué el silencio es el preludio del Amor? 

Imposible oír esta sinfonía divina. Imposible meterse en estos caminos trinitarios de la unión con Dios, principio y fundamento de san Ignacio. Imposible seguir las huellas del verbo encarnado, Jesucristo, para introducirnos en la vida íntima de Dios Padre Hijo y Espíritu Santo, sin el silencio. Es necesario pasar por el desierto, decía Carlos de Foucault, y habitar en él para recibir la Gracia de Dios. El desierto, no de los treinta días de ejercicios, el desierto de toda una vida militante al servicio de Cristo. Llena de deficiencias y de fallos, pero continuamente reparándose.

Es necesario pasar por el desierto y habitar en él para recibir la Gracia de Dios. Es allí donde nos vaciamos, cuando decides asistir a una tanda, empiezas tú a vaciarte, a volverte como niño. A esto endereza Ignacio todos los ejercicios, como que el punto de arranque, para Ignacio y para el Evangelio, es, sencillamente, la humildad. Reconocer nuestra condición de criatura.

(P. Tomás Morales, S.J.)