Más de una semana ha pasado desde la canonización de la Madre Teresa de Calcuta. No es un hecho ajeno al mundo, debe hacernos pensar y acrecentar nuestro deseo de cambiar este mundo, de cambiar todo lo malo de este mundo y de mejorar lo bueno. Simplemente, como ella lo hizo.
Hoy me planteaba a mí mismo: ¿Cuántas veces echamos la culpa a las altas autoridades, a los gobernantes, a los que tienen poder…; más bien, a cualquiera que no somos nosotros? La crítica, la posibilidad de opinar sobre cualquier cosa se ha convertido en nuestro deporte nacional. Sin embargo, yo continuo con mi vida sin cambiar nada de lo que hago mal o dejo de hacer bien.
El ejemplo de Santa Teresa de Calcuta nos muestra cómo la realidad puede cambiar. El deseo, el anhelo de un mundo mejor no es algo utópico. ¡Es posible! Si vivimos desde el Amor.
¿Pero, siendo realistas, qué podemos hacer cada uno de nosotros en nuestra vida cotidiana? Muy fácil. Tenemos un corazón de piedra que solo late cuando nos miramos a nosotros mismos. Lo único importante es lo que a mí me sucede, y yo estoy por encima de cualquier cosa, incluso del sufrimiento de los que tengo cerca. “Estoy muy ocupado”, he oído decir. ¿Cómo es posible haber llegado a este punto? La realidad es que el egoísmo radical nos ha invadido.
Por otro lado, quién no trata al de al lado sin respeto cuando hace algo que no me gusta, cuando es contrario a mi opinión, cuando tiene menos cosas materiales que yo… ¿Os parece esto ajeno? Decidme quién no pita e insulta al que se le cruza un coche o un peatón en la carretera, al que tiene muchos fallos que me afectan, al que vive de forma distinta a mí.
Hemos llegado a creer que el valor de las personas está en el tener, aparentar y hacer. ¿De verdad ahí radican nuestras riquezas? Sólo aquel que tiene dones vistosos ante el mundo es el que sobresale, el que “mola”. ¿Dónde queda nuestra condición de seres humanos; nuestra dignidad por ser meramente humanos? Algunos se preguntarán qué es eso y para qué sirve…
La realidad nos muestra que no tenemos derecho a quejarnos ni siquiera de los gobernantes. Decimos: ¡Qué falta de compromiso!¡Qué vergüenza de personas! Yo me pregunto: ¿Hemos analizado nuestra vida? No lo creo. Somos nosotros los primeros que nos comprometemos de boquita a muchas cosas y, sin embargo, somos incapaces de cumplir esos compromisos; de ser puntuales, respetuosos, constantes, amables; de renunciar a algo que nos cueste para mejorar la vida del de al lado; de valorar y animar al prójimo; de acompañar a alguien en su sufrimiento; de vivir la caridad, el perdón…
¿Dónde quedó el refrán: no hagas lo que no quieres que te hagan a ti? Si yo decido no declarar un dinero que recibo a Hacienda; si cada tarea asignada la hago para cumplir, en vez de buscar la excelencia; si buscamos lo inmediato y somos incapaces de perseverar en las cosas que no nos gustan, y en las que nos gustan, depende; si nos dejamos vencer por la pereza y nos es indiferente pues ya es parte de nosotros; si puedo copiar en un examen y aprobarlo así, ¿por qué no?
En definitiva, el mundo del siglo XXI se va a poder denominar: “La caída de todos los valores de la sociedad”. Y, sin embargo, está en nuestras manos luchar por ellos en cada actividad, en cada minuto del día; pero no nos interesa. Es mejor mirar mi propio ombligo, que levantar la cabeza para ver qué necesita mi compañero de trabajo, de clase, mi familiar…
Llevemos la sonrisa, la caridad, la misericordia a todos los lados como hizo Santa Teresa de Calcula. La misericordia es real. Tenemos un impulso interior a la solidaridad, a la entrega…bueno, en realidad, es un reclamo del corazón, una necesidad de ser como Aquel que nos creó.
Te invito, y a mí también, a salir de tu burbuja y levantar la cabeza para mirar al que tienes al lado y, así, comenzaremos por cambiar nuestra pequeña realidad, de la cual saldrán los empresarios del futuro, los próximos gobernantes, los futuros padres de familia y el mundo será distinto. Pues, empezará a reinar la búsqueda del prójimo, la entrega al necesitado, la búsqueda del Amor. ¿Amor? Amor es todo esto. Amor es entregar todo nuestro ser hasta el final, hasta el último aliento al que tienes cerca tuyo.
Todo esto fue vivido por Santa Teresa de Calcuta. Por eso, el Papa Francisco nos invita a fijarnos en ella: “Esta incansable trabajadora (Madre Teresa de Calcuta) de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”
Siéntete llamado a cambiar tu pequeña realidad, y para ello, previamente, cambiemos cada uno nuestro interior y nuestra forma de vivir. Desde ahí, el mundo podrá ser diferente, sino estamos destinados al egoísmo extremo que nos deja sin libertad interior. William Wallace también representa la revolución, el cambio. Él mismo nos dice cada día: ¡Podrán quitarnos la vida, pero jamás podrán quitarnos la libertad! Luchemos cada día por ser libres de vicios, de todo lo que nos ata, de cultivar cada día valores muy sencillos como la misericordia (el perdón), la solidaridad y la entrega hasta el final.
Jesús G. (21 años)