En Navarra esta semana es una semana de fiesta. Es la semana del las javieradas. ¿Y qué son las Javieradas? Son dos peregrinaciones hasta el castillo de Javier, lugar de nacimiento de San Francisco Javier, el gran santo español. Miles de personas se congregan los dos fines de semana buscando su intercesión. Y para los militantes es un momento especial de encuentro con el Señor y con otros militantes.
Este año no se acercaron ni de Madrid, ni de Burgos, ni de otros lugares para compartir esos dos días con nosotros, así que fuimos los militantes de Navarra en representación de toda la Milicia. Durante las semanas anteriores estuvimos invitando a residentes, conocidos… Al final no dio mucho resultado pero, como vimos más tarde, el Señor sabía muy bien a quien nos reunía. Y es que fue un momento muy entrañable de amistad.
Salimos el sábado 3 de marzo desde Noain, un pueblo a las afueras de Pamplona, a las 9.45h. El primer tramo del camino lo realizamos con un rato de silencio para meditar qué era lo que íbamos a hacer ese día: una peregrinación. Sí ya lo he dicho, ahora bien, es importante saber que es una peregrinación: es un viaje hacia un lugar religioso por una intención especial. En este caso hay dos intenciones: buscar la conversión, es decir, reavivar nuestra vida de cristianos y pedir a San Francisco que nos haga gritar lo maravilloso que es ser cristiano, para que muchos se enteren. Después de haber estado en oración reflexionando sobre estas cosas, Alberto propuso que rezáramos un Rosario para pedir por todas aquellas personas que están a nuestro alrededor y que necesitan ayuda.
Una vez terminados estos momentos tan fuertes de estar con el Señor, continuamos con otro más distendido para hablar, reír, abrir el corazón… Poco a poco se nos fueron uniendo otros menos valientes que no se habían atrevido a empezar desde Noain: José Mari, Rubén, P. Nacho, Carlos. Habíamos empezado cinco y cuando llegamos a Sangüesa estábamos nueve. Pero entretanto, hubo muchas horas de, simplemente, estar juntos.
En Sangüesa, a donde llegamos sobre las 19.00h, nos esperaba un lavado de pies con agua caliente que todos agradecimos. Una vez que estábamos todo lo descansado que se podía estar después del día de caminata fuimos al concierto-oración de Betel, un grupo de música cristiana, en la Iglesia de los Capuchinos. Ese momento es una oportunidad de recoger el día y prepararse para el siguiente, en el que por fin llegaremos a Javier; de estar con el Señor a solas, sin importar que estás rodeado de gente, y de amarle un poco más.
Nos levantamos temprano para desayunar y llegar puntuales al Vía Crucis, que saliendo de Sagüesa recorre los ocho kilómetros que hay hasta Javier. Es el momento que más me gusta de la javierada, quizás sea porque es el que más aprovecho: esos momentos de ir acercándonos ya a la casa del santo, meditando los últimos momentos de Jesús, con tanta gente que está viviendo lo mismo que tú… Es impresionante saber que la fe de muchos de ellos encuentra en esas dos horas luz para todo el año a través del perdón del Señor.
Al terminar ya estábamos en la plaza frente al castillo, esperando a que comenzara la misa. Las lluvias anunciadas para la tarde del domingo nos sorprendieron entonces, haciendo que nos acordáramos de la aventura que vivimos en Cuatro Vientos este verano. Continuaron prácticamente hasta que nos volvimos a casa. Hubo un último momento de estar en familia cuando almorzamos refugiados bajo un árbol. Algunos que habían dormido en Pamplona llevaron café y leche calientes y aperitivos. Era el último toque a la javierada.