Llegaste Tú a mi vida, y todo cambió…

¿Cómo podría marcharme de tu lado? ¿Cómo podría perderte después de todo lo que me ha costado encontrarte? Pensé que iba a ser fácil hasta que me propuse ponerlo en práctica. Tormentas y huracanes en mi cabeza hicieron de ella un auténtico caos. 

Un caos reinado por la incertidumbre, la hipocresía, la mediocridad y la cobardía. Mucho me costó comprender que el embudo iba al revés: que a mí me tocaba la parte pequeña para que tú fueras lo más grande que me ha pasado en la vida. Y ahora que te tengo, no pienso dejar que esta llama se apague: abrásame y abrázame, y no me sueltes nunca. 

Y aunque sé que me quieres y, sin embargo, no soy capaz de sentir tu amor y tu fuerza, no voy a pedirte que me hagas capaz de sentirlos (que eso ya lo harás más tarde, si tú quieres), sino que me des fuerzas y energía para seguir así. Los mejores hacen el máximo con el mínimo, y yo quiero ser el mejor, el mejor amigo que hayas tenido nunca, para que sientas lo que yo siento por ti.

Desde que llegaste a mi vida los problemas se multiplican: la gente me rechaza, se burla de mí, de mujeres ni hablo, no tengo tiempo para jugar con el ordenador ni estar en el tuenti. Te parecerá bonito tenerme ocupado yendo a misa, pensando en ti, hablando de ti a todos los que conozco, intentando serte fiel, tratando de comprender tu vida, lo que piensas lo que sientes… Te parecerá bonito… A mí sí. Es lo más bonito que nadie ha hecho por mí. Sacarme del fango después de haberme dicho que no me tirara, y limpiarme con ternura.

Me duele no sentirte cuando me tocas, pero me basta saber que lo haces, que me abrazas, que me quieres. Amén.

¡Ah, se me olvidaba! Gracias por hacerme FELIZ.

Javier B., 17 años.

Madrid