“Espíritu combativo es una actitud interior que empuja al hombre, abierto a la acción del Espíritu, a estar en continua y serena tensión de voluntad, librando constantemente una gran batalla consigo mismo”. Nada, por tanto, de agresividad fundamentalista o impertinencia fanática contra los demás. ¿Por qué este punto cardinal? ¿No nos combate suficientemente cada día la vida, como para andar buscando batallas contra nosotros mismos? El P. Morales nos ofrece dos razones que lo justifican:
- Una humana: “Para hacer al hombre más educador. Educador no es sólo el profesional de la enseñanza, sino cualquier hombre que transmite vida -no sólo biológica- a aquellos que le rodean, sobre los que influye y de quienes saca lo mejor que tienen” “Quien no ataca retrocede. Es un principio universal en la estrategia militar de todos los tiempos. Si al joven no se le incita a luchar dentro y fuera de sí contra sus pasiones y contra el ambiente que le rodea, si no se le enseña a tomar la ofensiva, será fatalmente derrotado. El que no anda contra corriente es arrastrado. El educador que renuncia a inculcar este espíritu combativo se hace cómplice de un ambiente que deshumaniza a nuestro jóvenes”.
- Otra cristiana: “Un ambiente pagano envuelve y rodea la vida en ciudades y campos. Este ambiente se resume en una palabra: gozar: Pero gozar de los sentidos, de la materia. Si la juventud no lucha contra modas, criterios, costumbres, oponiéndose tenazmente a la descristianización progresiva que nos amenaza, acabará pensando que todo lo que ve es natural, inofensivo, admisible. Más todavía. Si esa juventud no cae en la cuenta de que su catolicismo es religión militante, no comprenderá jamás a Jesucristo”.
¿Cómo educar en el espíritu combativo? Aquí aparece su proverbial genio práctico: hacerles vivir sus ideales. “Hay que enseñarles a luchar, a vencer dificultades, a sufrir persecuciones e injusticias, pues las ideas no se comprenden hasta que no se empiezan a vivir. Esto es lo más difícil. Al principio los jóvenes se resisten. El educador tiene que agarrarse fuerte al principio ignaciano de no hacer mudanza en tiempo de desolación”.
Superar el miedo al fracaso. ¿Por qué nos resistimos? Por algo tan natural como el miedo a fracasar: “Hay que enseñar a los jóvenes a saber fracasar, ano arredrarse ante el miedo, a no dejarse bloquear por sus limitaciones. Esta batalla debe librarse sobre todo contra el miedo al fracaso. Superar este miedo es objetivo prioritario en el educador del hombre. El educador tendrá que armarse de paciencia para lograr que el educando descubra por sí mismo que el fracaso es sólo aparente y le entrena para la lucha que presagia un éxito rotundo”.
¿Cómo superar ese muro psicológico? Enseñándoles a luchar, no a triunfar. “El apostolado (consiste) no en no fracasar, sino en no cansarse nunca de estar empezando siempre aunque aparentemente no se consiga el objetivo. “Lo esencial no es la victoria, sino la lucha tenaz. No está vencido el que ha sufrido todas las derrotas que se quiera, sino el que renuncia definitivamente a la lucha”. (F. Schneider). ¿Cómo enseñarles a luchar? “Muy sencillo: hacerles luchar. Preguntaban un día a san Juan Bosco cómo formaba a sus colaboradores: ‘Los echo al agua y que empiecen a nadar’. No hay que enseñarlos primero a nadar y luego echarlos al agua, como exigiría la lógica, sino echarlos al agua para que aprendan a nadar, que es lo que postula la psicología eficaz”.
Bienvenido G. («Tomás Morales, forjador de Hombres: Aprox. a un estilo educativo»)