«Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiarla y cuidarla. Agradezco a todos el amor y la plegaria con que me habéis acompañado. Gracias.
En estos días nada fáciles para mí, he sentido casi físicamente la fuerza que me da la oración, el amor de la Iglesia, vuestra oración.
Seguid rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará.»
[Benedicto XVI, miércoles de ceniza (13 de febrero de 2013)]
Resumir el papado de Benedicto XVI no es fácil. Muchos diamantes en un camino corto, en el que todo ha sido providencial, en el que sus intervenciones, escritos, mensajes, viajes y vida ha ido marcada por los signos de los tiempos, por la Voluntad de Aquél con el que el “Papa humilde” sólo colaboraba. Ya desde el principio, al ser elegido, hizo una confesión honesta:
«Los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador en la viña del Señor y me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes».
En la homilía con la que inauguró su pontificado volvió a sorprender al afirmar:
«Mi programa de gobierno es no hacer mi voluntad y no seguir mis propias ideas, sino ponerme junto con toda la Iglesia a escuchar la palabra y la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él».
El sello de este Papa, ha sido el de la colaboración con el Señor, un segundo violín que ha sabido secundar a la perfección al Primer Violín: Cristo. ¿No es un precioso modelo para el militante?
Su despedida es un retrato de un Pontificado, de una personalidad, y de la santidad con la que Dios le ha ido regalando. El humilde siervo sabe cuándo aparecer (normalmente tras ser llamado por el Amo, no antes, y nunca por iniciativa propia), y tras haber entregado la vida, tiene la certeza de saber cuándo y cómo salir por la puerta de atrás, cómo desaparecer, con la certeza de no haber hecho más que cumplir su deber.
En los últimos tiempos, la Iglesia ha gozado de dos Papas, que posiblemente serán santos. Ambos, los dos. Por caminos distintos. Juan Pablo II, el gran Papa, y Benedicto XVI, el Papa humilde…
Dios gobierna la Iglesia y el mundo con amor de Padre. Y marca el camino a seguir, con luces en medio de la noche. Benedicto XVI ha sido una de esas luces providenciales, y esperanzadoras. Él, dejándose hacer, saliendo al paso de tantas situaciones difíciles como ha tenido que enfrentar, y haciéndolo como lo ha hecho, ha abierto a los cristianos del siglo XXI un camino de sencillez, de abajarse, de confianza ciega en Dios, y también de misión, audaz y respetuosa, que dialogue con el hombre de hoy, abriéndole al misterio de Dios, y a su Amor incondicional.
También para los jóvenes ha tenido siempre una palabra de aliento y sinceridad. Siempre nos ha dicho lo esencial:
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.»
[Benedicto XVI, Deus caritas est 1]
Nosotros, los jóvenes, sabemos cuándo alguien nos adula, y nos quiere vender la moto para aprovecharse de nosotros. Tenemoss un olfato especial…
Y también reconocemos cuándo alguien es sincero con nosotros, y nos habla al corazón, adivinando los anhelos más profundos de nuestro ser. Benedicto XVI ha sido de estos últimos, y por eso, con el tiempo crecerá en nuestra vida su mensaje y palabra. Directo y respetuoso nos ha marcado un camino: el de la humilde colaboración con Él en la redención de nuestros compañeros y amigos.
La pelota está en nuestro tejado…, en nuestras manos, de nuestra respuesta dependerá el futuro de la Iglesia. Cristo nunca ha dejado de confiar en los jóvenes…
Gracias, santo Padre.
Militantes de Santa María