Este año ha sido increíble, y lo mejor han sido mis primeras convivencias de militantes en agosto.
Las convivencias han sido en un pueblecito de Navarra llamado Bera. Uno de los primeros días fuimos a dar una vuelta por pueblo, con un amigo de la Milicia que hizo de guía , vimos el pueblecito y después el campanario. Ahí nos contó la historia del campanario y nos mostró el mecanismo del reloj y las campanas.
Otro día fuimos a Loyola, ¿una catedral con una casita dentro? Sí, en Loyola es posible, además no era una casa cualquiera, era la casa del mismísimo Ignacio de Loyola. Dentro de la casa fuimos a la capilla de la conversión, donde Íñigo se entregó a Dios. Allí celebramos la Eucaristía en el lugar donde se convirtió uno de los santos más importantes. Simplemente increíble.
Más tarde fuimos a la playa donde había unas «olitas´´ de tres o cuatro metros que tiraban a todos los que se atrevían a entrar en el mar.
Unos días después fuimos al lugar más esperado, por fin estábamos en Lourdes. Nos alojamos en la ciudad de los jóvenes (excepto José Luis P., que fue a la ciudad de los muchachos, pues se perdió al llegar).
Ahí nos encontramos con los universitarios que habían hecho una travesía por los Pirineos. Por la noche rezamos el rosario de las antorchas. Yo pensaba que íbamos a estar solos, los militantes y ya está. Pero me equivoqué. Por lo menos había quinientas o seiscientas personas rezando el rosario con unas velas en la mano a lo largo del recinto de la explanada y lo rezaban en todos los idiomas, francés, español, italiano, …
Al día siguiente celebramos la Eucaristía en la mismísima gruta, ¡donde se apareció la Virgen!, fueron unos días inolvidables.
Pero aún no habían terminado las convivencias, quedaba la rutina diaria, en el colegio de Bera hacíamos de todo: teníamos lectura espiritual, charlas formativas, deporte…, después a rezar al ángelus antes de comer. Cuando terminaba la siesta rezamos el rosario de la capilla del colegio, bincas, coloquio y después Misa, cena, y la velada. La verdad es que José Mª. lo organizó todo bastante bien.
Para acabar, estas convivencias han supuesto un antes y un después en mi vida, me han cambiado y espero que para mejor.
Adrián A., 16 años (Murcia)