De nuevo ante tu altar, tus hijos más pequeños, tus militantes, venimos en peregrinación para agradecerte estos cincuenta años de amor y cuidados.
‘Buscad la sonrisa de María’, nos recordaba el papa Benedicto XVI, al referirse a tus apariciones en esta gruta de Lourdes. También hoy venimos para verte sonreír.
Queremos dibujar tu sonrisa con nuestra entrega renovada. Ante ti los Cruzados y militantes renovamos hoy nuestros votos y compromisos. Tuyos somos. Tuyos queremos ser. Tuyo nuestro amor más sincero y puro. Totus tuus, María.
Queremos ver la sonrisa de Dios en tus ojos al presentarte a todos nuestros hermanos militantes, de cada uno de los rincones del mundo. Los que hoy nos encontramos ante tus pies y los que están en todos los rincones de España y de América. Todos somos tuyos. Totus tuus, Madre.
Queremos sentir tu sonrisa en el recuerdo entrañable de todos los jóvenes que a lo largo de estos cincuenta años han aprendido a amarte en la Milicia de Santa María. Jóvenes de ayer, hombres de hoy, que siguen, en medio del mundo, siendo reflejo de tu sonrisa. También hoy son tuyos, como lo fueron ayer. Totus tuus, Virgen Inmaculada.
Con mirada entrañable y agradecida te traemos el recuerdo de todos los cruzados que han entregado su vida por ti en la Milicia. Su entrega no ha sido en vano. La simiente ha dado su fruto. Tu sonrisa es su mejor recompensa. Totus tuus, Señora nuestra.
También te traemos el recuerdo de tu hijo más querido, de Abelardo. Su sonrisa es ahora, más que nunca, reflejo de la tuya. Y nos enseña a dejarnos llevar de la mano del Padre, a que otro lleve las riendas de nuestra vida, a actualizar la entrega de toda nuestra libertad, memoria y entendimiento. La entrega total de nuestra vida, hasta los últimos resquicios. Con Abe especialmente te repetimos; Totus tuus, todo tuyo, Madre.
Inmaculada Madre de Dios, Santa María de Lourdes,
Venimos agradecidos, como nos enseñó el Padre Morales, ante tus pies, por estos cincuenta años de misericordias. Y, como hijos pequeños, te pedimos que nos sigas cuidando, que veles por tu Milicia.
Que cuides de ella como San José cuidó de ti y Jesús. Hazla pequeña y audaz, con la confianza de Santa Teresa de Lisieux. Alcánzanos un alma enamorada de Jesús como Santa Teresa de Ávila. Enséñanos a tener un corazón entregado y apóstol a imagen del de San Pablo. Un corazón que busque la santidad a la mayor gloria de Dios, como San Ignacio. Un corazón que arda en fuego de conquista como San Francisco Javier, que grite a todos los hombres de la tierra que merece la pena entregar la vida por Cristo, por ti, Madre, por la Iglesia; Más, más y más.
Oración a la Virgen de Lourdes de la Milicia de Santa María en su 50 aniversario