El fin de semana del 3 al 5 de febrero, los universitarios de la región Norte nos reunimos en el albergue de las clarisas de Belorado. La idea era tener un plan de autogestión, es decir, nos cocinábamos y demás nosotros solos, aunque hay que decir que las clarisas nos añadieron una importante reserva de comida.
Llegamos el viernes por la tarde. Desde Navarra: Alberto, Emilio, Dan y Carlos y desde León: José Luis Acebes y yo. Mientras rápidamente empezamos a preparar la cena, se creaba ese clima de familia y amistad, uno de los principales, sino el más importante de los objetivos de estas convivencias. Y es que, la idea de la que surgieron estas convivencias era la de formar un grupo universitario en la región norte con lazos fuertes de amistad. Así que nosotros, obedientes, empezamos a contarnos todas las novedades habidas y por haber desde la última vez que nos vimos, lo que supuso un cierto esfuerzo por parte nuestra. Pero qué importa eso si así creamos esos lazos de amistad, ¿o no? La jornada terminó con la proyección de unas fotos de una actividad realizada en el valle de Ordesa este verano por algunos de los que estábamos.
El sábado tuvimos la oración de la mañana y la misa con las clarisas. Tras ese momento nos enteramos de que dos de ellas, novicias, harían los votos la semana siguiente y en dos semanas respectivamente. Esto es algo por lo que rezar, por si acaso alguna vez se nos acaban las ideas, y a la vez debe ser motivo para sentirse agradecidos por las oraciones que desde ese convento se elevan al cielo pidiendo por la Milicia y la Cruzada. Después de la misa y el desayuno y ante los copos que empezaban a caer, decidimos cambiar el plan inicial de salir al monte por un video fórum en torno al primer capítulo de la serie Te puede pasar a ti de Cotelo, autor de La última cima, que trataba sobre un pandillero al que poco a poco conquistó Dios. A lo largo del documental, el propio pandillero, ahora cura, nos cuenta sus vivencias, sin exagerarlas, pero sin ocultar nada tampoco. Recomiendo ver esta película a todos, sobre todo a los jóvenes pues tiene un formato muy atractivo y un buen trasfondo, cosa que nos permitió tener un fructífero intercambio de impresiones que acabo derivando, cómo no con un tema que aún ronda nuestras mentes: la JMJ y lo que supuso para nosotros. Posteriormente salimos a dar un paseo por los alrededores de Belorado, que estaban preciosos gracias al fino manto de nieve que había caído.
Tras comer nos dirigimos a Santo Domingo de la Calzada, exceptuando a Dan y Emilio que tenían que estudiar. En el pueblo uno de los sacerdotes de la catedral, don Jesús, nos mostró parte de la catedral y de sus tesoros “ocultos”, puesto que aunque están a la vista de todos muchas veces no los apreciamos sin un mínimo de cultura. Esta visita nos dejó a todos asombrados y nos removió por dentro, puesto que no solo nos mostró figuras estatuas o relieves, sino el sentido que tienen al ser obras de alabanza a Dios y a la vez de catequesis, tanto en la época en que se construyeron como en la actualidad. En opinión de los que estuvimos este momento fue uno de esos regalos de la vida, puesto que en apenas hora y media, Don Jesús nos enseño la catedral con una pasión y ánimos que no se suelen ver en muchos guías de museos, nos contó muchas anécdotas referidas a las obras que hay ahí y como dato curiosos nos subió por la parte de atrás del retablo mayor.
A la vuelta a casa, preparamos la cena y aprovechamos para darle envidia a Dan que, ironías de la vida, se había quedado estudiando Historia del arte, perdiéndoselo en vivo y en directo…
El Domingo tras la oración y la misa desayunamos, momento en el que empezó a caer la nevada que luego salió por las noticias; razón por la cual decidimos terminar antes las convivencias, pero eso sí, a lo grande… a bolazos de nieve.
El resumen un fin de semana de esos para repetir siempre que haya ocasión, puesto que el ambiente de amistad que hubo, hizo innecesarios grandes momentos o actividades. Lo que todos íbamos buscando en esas convivencias era rencontrarnos con amigos de siempre con tiempo para hablar y estar sin agobios además de volver a echarle ganas a la oración, al menos durante un finde, puesto que después en el día a día todos tenemos nuestros altibajos. Pero al reunirnos con amigos con los que compartimos creencias, las barreras que normalmente nos parecen muros de repente se convierten en calles asfaltadas y sorprendentemente el rato que normalmente es de morder el banco, se convierte en una conversación de tú a tú con el Señor.
Mario T., 18 años